A 20 años del TLCAN, ¿qué vinieron a festejar Obama y Harper con Peña sino la consumación del despojo y apropiación del patrimonio nacional, de grandes paraestatales y recursos estratégicos a favor de sus monopolios petroleros, eléctricos, ferroviarios, mineros, agroindustriales y de servicios, a la sombra del libre comercio y de una guerra irregular infligida a la población mexicana bajo auspicio de la Iniciativa Mérida? Con la hegemonía de EU en picada ante el colapso de su liderato moral e intelectual por el brutal ataque a Irak y el Gulag Americano, el cúmulo de asesinatos semanales con drones, el espionaje de la NSA contra el mundo y los operativos golpistas contra Maduro en pos de la magna reserva petrolera de Venezuela, crece la coerción imperial con apoyo, como diría André Gunder Frank, de corruptas lumpenburguesías.
El libre comercio festejado por Peña, el héroe del big oil (Exxon/Chevron/BP/Shell…) por entregarles el complejo petro-eléctrico de México, socavó los fundamentos de la paz social, lanzó al país a un maremágnum de desempleo, informalidad económica y de generalizada descomposición social, violencia y criminalidad. A diario EU explota la violencia estructural de su diseño económico que se erige como principal reto para la seguridad nacional mexicana, traduciéndose en más de 100 mil muertos, 26 mil desaparecidos y miles de despojados y desalojados.
La continuidad Bush II/Obama es asunto mayor. Con los despliegues anti-balísticos, la adicción de Obama a fuerzas especiales, según la calificó The Washington Post, el derecho internacional sigue hecho trizas, con gran riesgo para la paz mundial, mientras a nivel nacional se atacan los derechos de trabajadores, maestros, indígenas, campesinos, desmantelando toda regulación y protección ambiental, los derechos de los consumidores y de la clase media, alentándose los precipitantes de conflagración interna.
Como ocurre con el Acuerdo Trans-Pacífico –ATP–, el TLCAN por la larga cola que arrastra, fue negociado en secreto. Así lo enfatiza Jeff Faux en Nafta and Narcos, (The Huffington Post,10/2/14). El señalamiento importa, en especial si se recuerda que Jack Blum, entonces jefe de asesores del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EU, estudioso de la corrupción y el narcolavado, reveló en 1995 vínculos entre la CIA, el narcotráfico y el bajo mundo e indicó que la Casa Blanca durante Bush padre, …estaba convencida de que si la opinión pública de EU se enteraba que en México las drogas y corrupción iban en aumento, el TLC jamás se ratificaría… (El Financiero –F–, 21/5/95). Para Blum las bases de la política económica de EU hacia México, centradas en el libre comercio y las privatizaciones, estaban equivocadas. Asumían que la economía de mercado y el libre comercio resolverían automáticamente los problemas de corrupción. Lejos de hacerlo, los exacerban.
Por entonces se supo de un estudio del FBI, La Economía Política del Comercio de las Drogas, de J. Moody, jefe de la Sección Drogas de la División sobre Crimen Organizado (F,9/5/95) que detectó una inusitada corrupción desde que en México se aplicó un paquete de incentivos para atraer capital extranjero al remate de cientos de empresas públicas, muchas en números negros y muy redituables. Uno de esos estímulos, citado en un sustancioso artículo de Dolia Estévez sobre las privatizaciones y el narcolavado, fue la venta de empresas paraestatales a inversionistas privados, incluyendo importantes instituciones financieras, fábricas y negocios industriales y de servicios de vanguardia valoradas en miles de millones de dólares (Ibid).
Se confirmó que el Departamento del Tesoro, por medio de la Red para la Persecución de Delitos Financieros, investigaba el asunto. Aunque fuera la incriminación más contundente por parte de un funcionario de EU, sobre los manejos de las privatizaciones, todo quedó en la congeladora. Lo más importante fue que según Blum las privatizaciones se consumaron como parte de un diseño alentado por EU y los organismos financieros internacionales” (OFI); es decir, por el propio Departamento del Tesoro a cargo de las investigaciones y sus entes subrogados: FMI, Banco Mundial y BID, que posan como OFI. Sea en el remate de mil paraestatales, de Ferronales o del complejo petroeléctrico, esos OFI actúan como persuasivos cabildos de facto de los grandes monopolios y sus socios locales.
Mientras Peña festeja el TLCAN con Obama, los diputados, incluidos priístas, denuncian graves presiones de Anthony Wayne, el embajador de Obama y de Ernesto Zedillo, quien consumó la venta de los ferrocarriles y ahora se desempeña en Union Pacific. Nos ofrecieron hasta lo que no, amenazándonos, para no aprobar la Ley Reglamentaria del Servicio Ferroviario que acota los monopolios. ¿Libre mercado cuando, como dijo un diputado, ellos ponen los precios que quieren y cobran lo que quieren?
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