Seeking an Exit From the Web of Terror

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El rezo se hizo cada vez más fuerte. Dejó de ser la letanía con la que habían comenzado los reclusos del Campo Delta, en la base de Guantánamo. Se convirtió en un grito desesperado.

La presencia de los cinco periodistas internacionales era para ellos, los prisioneros de la Guerra Antiterrorista lanzada dos años antes por la administración de George Bush tras los atentados del 11/S, una oportunidad de expresar su dolor.

En ese momento, en diciembre del 2003 había 660 prisioneros de 44 países acusados de participar de las actividades terroristas de la red Al Qaeda pero sin proceso formal. Se los mantenía en un limbo jurídico, donde no regían ni las leyes estadounidenses, ni las cubanas ni las de ningún lado. Se los interrogaba hasta 16 horas por día. “No tenemos ninguna intención de rehabilitarlos, nuestra misión es sacarles la información que necesitamos para ganar la guerra”, se sinceró el entonces jefe del campo, el comandante Jerry Cannon.

Barack Obama llegó en enero del 2009 a la Casa Blanca con la promesa de cerrar el campo. No pudo. Los testimonios arrancados bajo tortura no sirven en los tribunales estadounidenses. Se intentó enjuiciarlos dentro de Guantánamo. Las apelaciones y los vicios en el proceso lograron poco y nada. La única salida es la de la liberación bajo vigilancia. Algunos fueron entregados a sus países de origen. Pero otros se niegan a recibirlos. Continúan allí 154 prisioneros.

Y ahí es donde aparecen terceros países que podrían dar “asilo protegido” como Uruguay o Nueva Zelanda. El presidente José Mujica dijo que está dispuesto a recibir a seis prisioneros que permanecerían en “libertad irrestricta”. Después de diez años en Guantánamo ninguno de estos hombres aparece “a priori” como un peligro para la seguridad. Pero otros apuntan que la proximidad de un territorio como el de la Triple Frontera, donde actúan agentes conectados con Al Qaeda,podría “reactivarlos”. Lo conversado en la reunión de ayer en Washington entre Obama y Mujica podría dar algo de luz al futuro de los 154 hombres que aún permanecen atrapados en la telaraña de Guantánamo.

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