A lo largo de la historia de la humanidad los seres humanos han migrado, las razones fundamentales eran las de encontrar mejores condiciones para sobrevivir, cuando la raza humana fue aprendiendo a cultivar la tierra, muchos grupos dejaron de ser nómadas y fueron creando comunidades más estables; sin embargo la migración ha continuado a los largo de miles de años y los motivos para desplazarse siguen siendo diversos.
Aunque nos fuimos volviendo sedentarios, vivimos miles de años sin el concepto de “patria” y siempre con la libertad de emigrar. Partiendo de la teoría de que la raza humana surgió en África del norte, la humanidad entera ha migrado de ahí para el resto del mundo. Casi todos estamos donde estamos por el producto de una migración.
Uno de los derechos humanos es el “libre tránsito, migrar, irse, moverse”; obvio, con las restricciones que los acuerdos internacionales señalan, es decir, se puede uno mover de un país a otro dentro de los marcos jurídicos existentes. Por supuesto que ese marco jurídico tiene excepciones, y la principal es la del derecho a moverse por sobrevivencia y causas “humanitarias”.
En nuestro país apenas en 2011 se expidió la nueva “Ley de Migración”, y se le hicieron interesantísimas y avanzadas reformas en junio de 2013, quitándole al hecho de cruzar nuestro territorio sin papeles el carácter de “conducta delictiva” e incluyendo para los extranjeros el trato humanitario que nosotros mismos exigimos para nuestros connacionales cuando se van indocumentados para Estados Unidos, especialmente para niños, mujeres con niños y ancianos.
Hubo una buena medida de congruencia en esa ley y debe de felicitarse a la anterior legislatura por eso, en el Artículo 37-III apartado E, en el que se excusa de los requisitos para entrar al país a los solicitantes con condiciones de refugiados o por razones humanitarias, estipulando cuáles son esas condiciones y se establecen que será en las estaciones migratorias donde se les dará asistencia temporal mientras sus casos son revisados. Es un buen paso teórico, pero en la práctica las condiciones de quienes migran son pavorosas, pues el gobierno mexicano no cuenta con los recursos ni con la infraestructura suficiente para responder a la crisis migratoria desatada en este 2014, una de las peores porque los emigrantes emergentes no son adultos, sino niños.
Niños viajando solos, bajo su cuenta y riesgo, o puestos en manos de las mafias que los mueven para llevarlos, a cambio de un buen cobro, al lado de sus padres. Muchos caerán en las manos de las mafias de trata de personas y nunca llegarán a su destino aún cuando pagaron. Otros no van a ningún lado, solo huyen del horror de las zonas que dominan bandas delictivas, por ejemplo, los “mara salva truchas”, “Los Caballeros Templarios,” o “los zetas”. Esta ola de niños migrantes proviene básicamente de Honduras, Salvador, Guatemala y el mismo México. Muchos menores viajan con la intensión de cruzar la blindadísima frontera de los estados Unidos para reunirse con sus padres. Otros ni siquiera tienen destino, solo vienen huyendo de la violencia o el reclutamiento de las mafias generadas en los estados fallidos de algunos de los países que he mencionado. Menores cuyos padres y parientes han sido asesinados por esas mafias.
Solamente en este primer semestre, las autoridades mexicanas reportan el flujo de 45 mil niños y niñas de estos cuatro países viajando solos y hoy detenidos en la frontera americana, hacinados en albergues.
El endurecimiento de las medidas del gobierno de Obama y del congreso estadounidense para frenar el cruce de la frontera impide que muchos migrantes adultos visiten a sus familias e hijos pues les será casi imposible volver a entrar si no tienen papeles. Pensarán ligeramente algunos -¿Y para qué se van? Estoy seguro de que nadie que tenga unas mínimas buenas condiciones de vida se va dejando atrás a sus hijos. Ser migrante es muy duro. Ser migrante es heroico en la mayoría de los casos.
Tendremos que usar de toda nuestra imaginación y solidaridad para construir una solución que les devuelva una “patria” a estos niños atrapados sin remedio en la cruel realidad de las fronteras y los tratados internacionales de papel. Niños abandonados a su suerte ante la indiferencia de los que si tenemos patria, es decir, de los que tenemos el lujo de estar cerca de los seres que amamos o en un lugar en donde podemos vivir y trabajar en paz. ¿Dónde, si no, -como dice mi hermana querida en su blog de esta semana-, esta la patria?
veronicamilenio@yahoo.com.mx
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