Edited by Helaine Schweitzer
El régimen norteamericano, además de estar aislado y de ver perder cada día su hegemonía internacional, anda más turbado que nunca por los cambios geopolíticos que aceleradamente tienen lugar hoy en el mundo, y de verdad que no es para menos.
La agresividad evidente de Washington, que espía incluso abiertamente a sus viejos “aliados”, como Alemania, y sus continuos sobresaltos y actuaciones desequilibradas, no son otra cosa que claros síntomas ante las transformaciones en su contra que se escenifican en todos los rincones del planeta tierra, las cuales auguran un imperio decadente al borde del abismo.
Varios ejemplos demuestran las causas de la paranoia sin cura de la Casa Blanca y sus desvelos: En América Latina ya ni siquiera le quedan marionetas, al menos impúdicas, y la Patria Grande ha dejado de ser su traspatio, que ahora lo son algunos países europeos, siempre “palanganeros” como España, pero agobiados por graves crisis.
A Venezuela no consiguieron ahogarla a pesar de todas las acciones subversivas que planearon en el Pentágono para derrocar a la Revolución Bolivariana liderada por el presidente Nicolás Maduro, que nuevamente se encumbra con el espaldarazo masivo de Latinoamérica y el Caribe, y potencias amigas emergentes.
La Patria Grande en bloque ha alzado su voz para apoyar a Argentina frente a las embestidas de los parásitos Fondos Buitres “Made in USA”, en otra demostración de unidad de la región, como lo ha hecho en rechazo a las masacres de palestinos perpetradas por Israel en los últimos días en Gaza, al igual que la inmensa mayoría la comunidad internacional.
De otro lado, los demasiados frentes de guerra abiertos por Washington se le han convertido en un boomerang. En Siria no logró derribar al gobierno del presidente Bashar al Asad, en Irak, Afganistán y Libia es incapaz de controlar la situación de caos y manicomio que creó en esos Estados con sus ilegales invasiones y ocupaciones, mientras su plan de cercar a Rusia a través de Ucrania, con la complicidad de la Unión Europea, ha encontrado un muro de contención en Moscú.
De Irán, ni siquiera la Casa Blanca quiere hacer mención, porque conoce muy bien la respuesta reiterada de Teherán, que le ha advertido sin paños tibios acerca de las consecuencias de una eventual agresión contra el país persa.
Algo similar le ocurre con Corea del Norte, y en general en Asia, donde la musculosa China ha esclarecido a Washington que no desea conflictos bélicos en esa próspera área geográfica.
La actual administración de Estados Unidos, encabezada, mejor dicho “descabezada” por Barack Obama, es cuestionada a nivel planetario, y por sus propios ciudadanos.
Obama es el mandatario norteamericano menos popular de los últimos 70 años, el peor espía de la historia porque todo el mundo lo sabe, y el más vilipendiado tanto por congresistas republicanos como demócratas, al punto que pretenden destronarlo antes de concluir su permanencia en el trono.
El futuro para el inmerecido Premio Nobel de la Paz, y su imperio, se torna realmente tormentoso porque al unísono China y Rusia han determinado ponerle freno definitivamente a su dominio unipolar.
Las giras por estos días de Vladímir Putin y Xi Jinping por Latinoamérica y Caribe, incluida Cuba, y la cumbre del Grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), a iniciarse este lunes en Fortaleza, ciudad del gigante sudamericano, son bien elocuentes sobre los objetivos de Moscú y Beijing.
Washington tiene en realidad escasas opciones, o se ajusta a los reclamos de paz que remueven al mundo y convive con los demás, o terminará desmoronándose como el imperio romano, incluso si comete el grave error de desatar una devastadora guerra global.
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