Al respecto de un plan para el Istmo
Una declaración del senador republicano John McCain, reproducida el jueves pasado por el diario The Washington Post, retrata la situación actual de la política norteamericana. El senador, derrotado en las elecciones del 2008 por Obama, burlonamente dijo —la traducción es nuestra—: “Sorpresa, sorpresa, vinieron a pedir más dinero”, al referirse a la visita de los presidentes del Triángulo Norte centroamericano a Washington D. C. para tratar el tema de los niños migrantes indocumentados.
McCain afianzó de nuevo su rechazo visceral a los migrantes, y es uno de los principales obstáculos a la reforma migratoria planteada por sus adversarios, los demócratas. Luego, agregó que la ayuda a la región dependerá de los compromisos que Honduras, Guatemala y El Salvador hagan para reforzar su seguridad fronteriza y resolver el problema de los migrantes.
La postura de este legislador contrasta con los esfuerzos de la Casa Blanca, como de las tres naciones del Triángulo Norte centroamericano. Se buscará atender un problema que, según el presidente Pérez Molina, requiere invertir unos dos mil millones de dólares en proyectos para generar condiciones de vida que atraigan a los migrantes actuales y futuros. La idea sería que no viajen hasta Estados Unidos en busca de salud, seguridad, educación y trabajo, pues las tendrían en sus países.
Al parecer, el presidente Obama sí entiende, al igual que sus colegas centroamericanos, que para inhibir el flujo migratorio desde estas regiones deben existir condiciones y oportunidades mínimas que permitan el desarrollo humano. Cerrar nuestras fronteras o apresar en estos países a quienes pretendan viajar como indocumentados no debilita la legalidad de esas decisiones, sino que no funcionaría. Obviamente, ni McCain ni sus seguidores radicales tienen capacidad o deseo de entender esa parte de la ecuación sociopolítica encerrada tras la propuesta de ayuda a la región para que se desarrolle.
La posición radical de gente como McCain plantea un escenario de compleja y prolongada batalla política en Estados Unidos. Mientras, tras la cumbre tetranacional se está preparando una propuesta que puede ser inteligente y factible. Es una especie de Plan Colombia, país de 1.1 millones de kilómetros cuadrados, 48 millones de habitantes y situado a cuatro veces la distancia de la frontera norteamericana, que recibió diez mil millones de dólares para atender el tema de las drogas, que se encuentra detrás de toda esta tragedia.
El Triángulo Norte centroamericano supone otras consideraciones, quizá más basadas en el humanismo. Pensar en el subdesarrollo que dejó la guerra fría en Centroamérica es un tema que a los Estados Unidos no le será cómodo afrontar. Según McCain, esos países deben resolver un problema sobre el cual debería dar explicaciones en cuanto a intervención y manejos políticos. Es la misma posición que los radicales han asumido respecto del narcotráfico, motivado —en buen resumen— por el consumo estadounidense, pero que se combate con recursos de los países de paso, como Guatemala.
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