From the Nixon Doctrine to the ‘Obama Doctrine’: A Guide to a Multipolar World

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La Doctrina Obama no nació en West Point, aunque fue un foro bien elegido para presentarla. Podemos atisbarla en el discurso sobre el Estado de la Unión de 2013, donde el presidente pone de manifiesto que lo que más interesa al americano medio es la crisis económica, el presupuesto federal y el empleo.

El 25 de julio de 1969, en una rueda de prensa informal en la isla de Guam, Richard Nixon reflexionaba sobre el papel de EEUU en Asia, en unos momentos en que la diplomacia americana buscaba una salida al punto muerto del conflicto de Vietnam. Los historiadores sitúan aquí el comienzo de la doctrina Nixon, no solo aplicable a la coyuntura concreta de Asia, pues a la vez implicó el reconocimiento de que el mundo de entonces ya nada tenía que ver que con el de la segunda posguerra mundial.

Casi medio siglo después, hay que resaltar una serie de coincidencias entre la doctrina Nixon y lo que se ha dado en llamar la doctrina Obama a partir de su discurso en West Point el 28 de mayo de 2014. El actual mandatario de la Casa Blanca se apuntó hace tiempo a la escuela del realismo político, aunque Nixon nunca figurará entre los paralelismos históricos con otros presidentes a los que nos tiene acostumbrado el mandato de Obama, presentes en sus discursos o en medios informativos afines, y que van de Lincoln a Roosevelt y Kennedy, sin olvidar últimamente a Eisenhower o incluso a Reagan. Si sustituimos Vietnam por Afganistán e Irak, veremos que los planteamientos realistas de Nixon tienen su continuidad en Obama.

En Guam Nixon se preguntaba si EEUU seguiría teniendo un papel en Asia, después de Vietnam, o se uniría a Gran Bretaña, Francia y los Países Bajos en su salida del continente. La respuesta era categórica y nos recuerda al pivote asiático de Obama: la geografía convierte a EEUU en una potencia del Pacífico. No solo Hawai y Alaska están bañadas por dicho océano sino que las posesiones americanas de Guam y las Marianas no están lejos de Filipinas e Indonesia. Por otro lado, la frustración del conflicto vietnamita no debía ser motivo para una retirada estadounidense. Para el mandatario americano Vietnam era el resultado de haber actuado con excesiva precipitación ante los acontecimientos, y la nueva política exterior debía enfocarse desde perspectivas a largo plazo. A este respecto, Nixon señalaba que su país debía seguir teniendo un papel significativo en Asia. Solo había una diferencia con la situación anterior: no había que implicarse directamente en los conflictos, teniendo en cuenta las experiencias de Corea y Vietnam.

Sobre este particular, el presidente citó un consejo que le diera el mariscal Ayub Khan, presidente de Pakistán, en un encuentro privado en 1964: “El papel de EEUU en Vietnam, Filipinas, Tailandia o cualquier otro país que tenga una sublevación interna, es ayudarles a luchar y no hacer la guerra por ellos”.

Nixon, político de cruzada anticomunista en su vicepresidencia con Eisenhower, consideraba ahora que si EEUU asumía los problemas internos y externos de sus aliados, éstos no cuidarían de sí mismos. Preconizaba no solo la cooperación militar sino también el desarrollo económico, indispensable para cambiar el entorno político y social de cada país. No obstante, en la rueda de prensa Nixon no dejó de reiterar que Washington mantendría sus compromisos con sus aliados, algo no muy diferente de lo que la Administración Obama suele decir a su red de socios en el Pacífico que se sienten a veces como liliputienses ante el gigante chino.

El pragmatismo de Nixon se manifestó además en su anuncio de rebajar los controles en los viajes a la China comunista e incrementar las relaciones comerciales con aquel país, aunque aseguró que los aliados asiáticos no tenían motivos para preocuparse. Faltaban menos de tres años para el histórico viaje del presidente y Kissinger a Pekín, y no era casual que la habitual animosidad de China contra EEUU en los asuntos mundiales estuviera disminuyendo. La opción china pilló desprevenida a la diplomacia soviética, pero significó el reconocimiento por Washington de que el mundo había dejado de ser bipolar.

La Doctrina Obama no nació en West Point, aunque fue un foro bien elegido para presentarla. Podemos atisbarla en el discurso sobre el Estado de la Unión de 2013, donde el presidente pone de manifiesto que lo que más interesa al americano medio es la crisis económica, el presupuesto federal y el empleo. De ahí que la política exterior tenga que consistir en vigilancia sobre el terreno y asistencia a los aliados. Nada de conflictos en nombre de la democracia y de proyectos de nation building en países lejanos. La única diferencia es que Obama en West Point proclama abiertamente que el interés americano por la paz y la libertad en el mundo no equivale a creer que cada problema tenga una solución militar, y lo recalca con una cita que busca saldar cuentas con el pasado reciente. Pertenece al Eisenhower de 1947, todavía no implicado en política, que afirmaba que buscar o aconsejar la deliberada provocación de una guerra es un crimen contra la humanidad.

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