US Goes Back To Play in Iraq

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Editorial: EE. UU. vuelve y juega en Irak

Se veía venir. A pesar de su resistencia y de las promesas de retirar sus tropas, el gobierno de Barack Obama accedió a inmiscuirse militarmente en Irak aun a riesgo de poner en peligro lo alcanzado a partir de su desastrosa intervención de este país para derrocar en el 2003 a Sadam Husein.

El demoledor avance desde junio del grupo radical Estado Islámico (EI) en el norte no solo es un desafío para la estabilidad del país bajo el mando del primer ministro chií, Nuri Al Maliki, sino una clara amenaza a su integridad territorial si el sanguinario movimiento consolida el califato que proclamó en las áreas que domina, sumadas a las que ya controla en Siria.

Los bombardeos que aviones estadounidenses iniciaron ayer contra los reductos del EI pretenden no solo minar su capacidad militar, sino evitar una catástrofe humanitaria por la huida en estampida de al menos 2.000 civiles de la minoría yazidi –fieles de una religión preislámica derivada del zoroastrismo– y de unos 120.000 cristianos de las localidades de Qaraqosh y Telfik. La ONU espera poder construir un corredor humanitario para propiciar la salida y el auxilio de estas comunidades.

Más allá de las preocupaciones humanitarias, lo de la ‘intervención limitada’ en Irak parece una medida tardía y desesperada de Washington que desnuda los vacíos de su estrategia de retirada militar de la zona (diciembre del 2011). Por una parte, está su tibieza en sostener un régimen, como el de Maliki, que desde los primeros días mostró su perfil sectario en detrimento de los grupos suníes y que no logró conformar un gobierno; y por otra, está la avalancha de los grupos islamistas que terminaron secuestrando los anhelos legítimos de democracia salidos de la denominada primavera árabe.

Maliki, como ayer se lo recordó el líder espiritual de los chiíes iraquíes, el gran ayatolá Ali Sistani, debería dar un paso al costado al desistir de su tercer mandato y permitir la formación de un gobierno incluyente. Esta será la primera etapa para que la tragedia cotidiana en Irak amaine y para que el país, en unidad, enfrente la amenaza de unos radicales que quieren rediseñar el mapa de Oriente Próximo sobre los cadáveres de miles de personas.

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