Obama, Africa, Influences and Allies

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El presidente Barack Obama se reunió con 50 dignatarios y representantes de Estados africanos en Washington. Fue una cumbre para que empresas estadounidenses destinen 14 mil millones de dólares para invertirlos en ese atribulado continente.

Aunque mucho se diga que la acción es de carácter humanitaria, se intuye que el objetivo final es contrarrestar las inversiones, el comercio y la influencia política chinas en África.

La pregunta es si con esas medidas la Casa Blanca va a poder contrarrestar los avances de una potencia que no está celebrando cumbres, sino inyectando plata en todo ese continente.

El África es un continente rico, cuyos recursos minerales y petrolíferos son enormes. Claro que hay otros factores preocupantes ahí: las dictaduras en Senegal, Zimbabue. O los países todavía en conflicto como Libia, Egipto, Nigeria, Mali, Somalia, Sudán. O aquellos que están siendo afectados por el virus del ébola, como Sierra Leona, Guinea, Liberia. O los países más pobres: Congo, Burundi, Liberia, Zimbabue, Somalia, que apenas sobreviven entre conflictos tribales, pobreza y hambrunas.

El África es un mosaico de lenguas, tribus, culturas, que en el siglo pasado sufrieron demarcaciones territoriales arbitrarias. Estas, en vez de propiciar el orden, entronizaron mecanismos que han facilitado conflictos internos, desbalances económicos y desajustes políticos, que aún prevalecen.

El presidente Obama, con esto, hizo un paréntesis, para no sonrojar más su cuestionado liderazgo global, que, como sus detractores dicen, está dejando en mal a Estados Unidos. Y muy pocos lo cuestionarán por sus buenas intenciones hacia el África. Aunque en el plano geo-estratégico-político, Estados Unidos esté perdiendo también influencia en el Medio Oriente, Europa y América Latina.

En el Medio Oriente, las últimas reacciones desproporcionadas de los judíos en Gaza dejarán mal a Israel. Y los aliados más “conservadores” de Washington: Arabia Saudí, Kuwait, Bahréin, Qatar, se fastidiarán viendo cómo la diplomacia estadounidense no ha podido contener a Benjamín Netanyahu en sus desbocadas acciones militares en Gaza, que causan tanto sufrimiento a cientos de civiles palestinos.

Por su parte, Irak y Afganistán serán siempre una trampa mortal, en la que los radicales de Al Qaeda y los del Califato de Siria e Irak serán una amenaza constante y purulenta, que puede llegar a extenderse por toda la región.

En Europa, sus mejores aliados —Inglaterra, Francia, Alemania— pasan por situaciones internas incómodas, cuyos transparentes mecanismos democráticos y fuerzas opositoras no permiten embarcarse, tan fácil, en cualquier aventura militar. Además que los europeos hacen gala de sus recursos diplomáticos más que de la fuerza militar (claro, Francia, en Mali y la República Centroafricana, ha sido la excepción en estos años).

En Latinoamérica, las visitas recientes del presidente ruso Vladimir Putin, del presidente chino Xi Jinping y del primer ministro japonés Shinzo Abe no podrían ser menos significativas o coyunturales. En el contexto estratégico, ya no son visitantes de cortesía: son líderes mundiales que traen plata en sus portafolios, cooperación en diversas áreas o alianzas estratégicas que descarnan y ponen en entredicho cualquier liderazgo de Washington en la región. Además que los países visitados por estos líderes son ya naciones de gran proyección e influencia. Basta saber que Brasil es la economía número 6 más grande del planeta; México, la 15; Argentina, la 21, según el Banco Mundial.

Así, el posicionamiento de estos países configura un nuevo orden internacional. Aquí Rusia, Japón, China, India, Brasil y la Unión Europea son pares de los Estados Unidos. Es decir, estos Estados están conformando la nueva multipolaridad, perdida desde 1914.

Si vemos las crisis que se han originado o agudizado durante la administración Obama —en Siria, Libia, Irak, Egipto, Gaza, Ucrania— las cuentas no favorecen a los intereses del presidente estadounidense. Ninguna se ha resuelto, sino más bien, han escalado.

¿Mal tiempo le tocó o su vocación es menos intervencionista? ¿Hacen falta las acciones militares para perfilarlo mejor? ¿Necesariamente deben involucrarse los Estados Unidos en todo conflicto global?

¿O ya no es posible utilizar aquella diplomacia sin los aliados extranjeros, sabiendo que las otras potencias ya mencionadas contrarrestan cualquier acción norteamericana con solo presentar alternativas pacifistas?

Creo que Obama es un buen hombre. Pero su liderazgo internacional, anclado en los mismos métodos de la Casa Blanca (otros agregarán: el Pentágono y la CIA), no tiene la efectividad que los nuevos fenómenos políticos internacionales requieren para solucionarse.

Se necesitan nuevas estrategias de liderazgo, nuevas recetas diplomáticas. Y, ¿por qué no?, un compromiso internacional para frenar a las dictaduras y que haya menos conflictos, más equidad y respeto a las diversas culturas.

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