Iraq: Remedy and Disease

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El conflicto vuelve sobre Obama, como una lapa de la que no puede desprenderse.

Cuando no se sabe si el purgante ha de erradicar el mal o, en los hechos, agravarlo, ninguna decisión es sencilla. Al presidente Barack Obama, empero, al menos en esta ocasión, no parece haberle temblado el pulso. Desde el viernes, Estados Unidos lleva adelante una campaña de bombardeos aéreos sobre las posiciones del Estado Islámico (EI) en el norte de Irak, donde el grupo fundamentalista sunita –ahora proclamado Estado– avanzaba sobre poblaciones habitadas por minorías étnicas y religiosas, dejando a su paso una gran crisis humanitaria.

Según la prensa europea y estadounidense, ya hay más de 150 mil desplazados en el norte de Irak, entre cristianos, yazidíes y turcomanos, que ahora buscan refugio en el Kurdistán iraquí como última frontera ante el avance de las tropas yihadistas. Pero la Peshmerga kurda también sucumbió ante el EI en varios puntos del noreste del país y se replegaron hacia las áreas bajo control del gobierno regional kurdo, que también empezó a tambalear.

Fue ante esta situación que Obama decidió el jueves lanzar los ataques aéreos sobre la zona para apoyar a la resistencia kurda, en lo que parece abrir un nuevo capítulo del conflicto al que se opuso durante la presidencia de George W. Bush, contra el que hizo carrera política y al que prometió poner fin, como efectivamente lo hizo con el retiro de las tropas norteamericanas de Irak en diciembre de 2011.

Ahora la guerra vuelve, como una consecuencia inevitable de haber derrocado a Saddam Hussein –que mantenía todos los sectarismos del país a raya con mano de hierro–, de la larga ocupación de EEUU y de haber dejado tras de sí a un gobierno chiíta de cuño sectario instalado en Bagdad.

De hecho, los fundamentalistas sunitas del EI nacieron como grupo radical en 2006 en Irak, bajo el paraguas de Al Qaeda y con el solo objetivo de combatir a la ocupación estadounidense. Luego creció en Siria, combatiendo al régimen alawita pero secular de Bachar al Asad, donde hasta hoy controlan algunas zonas del sur. Para entonces ya habían roto lazos con Al Qaeda. Y más tarde, fortalecidos y mejor pertrechados, decidieron volver a Irak para conquistarlo y así conformar un califato junto a las partes que controlan de Siria.

El resultado ha sido un caos infernal, de pueblos en desbandada, de ejecuciones y persecuciones de infieles como Irak no vivía desde la Horda de Oro en el siglo XIII. Se estima que desde el mes pasado han asesinado a cerca de 500 yazidíes, y los refugiados, entre estos y cristianos, superan ya a los 150 mil.

Contra la población yazidí, las tropas del El han sido particularmente crueles por considerarlos de plano “adoradores del demonio”. Tal la concepción que tienen estos yihadistas de ese pueblo –de etnia predominantemente kurda– que ha habitado la Mesopotamia por siglos y cuyo culto religioso constituye una suerte de sincretismo entre el mazdeísmo (la vieja fe del profeta persa Zoroastro o Zaratustra), el cristianismo y el islam. Es por ese sincretismo, y por el hecho de no profesar una religión abrahámica –como lo son las otras dos y el judaísmo–, que los yihadistas ya los asocian directamente con Satanás; y no hay tregua ni contemplaciones que valgan con esta pobre gente.

Los del EI los han arrasado. Y si los cristianos desplazados pudieron tener un camino relativamente a salvo rumbo al Kurdistán, los yazidíes no corrieron con la misma suerte; y han debido huir a las montañas, donde perviven con escasas alimentos y poca agua.

Según los últimos reportes de la prensa internacional, en dos días, los bombardeos ordenados por Obama han logrado recuperar dos pequeñas localidades para los kurdos: Makmur y Gweir, que habían sido tomadas por los yihadistas. Pero no representan gran cosa en comparación con las vastas zonas que controlan. Y en cualquier caso, en tierra, EEUU solo cuenta con lo que pueda hacer la Peshmerga, ya que el Ejército iraquí está abocado solo a defender Bagdad, después de haber sido diezmado en cuestión de horas, en el norte y otras zonas del país, cuando el EI las tomó por asalto a mediados de junio.

En este momento no se ve muy auspicioso el panorama para la intervención militar de EEUU y podría solo contribuir al caos y la destrucción reinantes sin lograr su objetivo. Peor aun, podría incluso atraer a otros yihadistas de otros grupos radicales del mundo árabe a engrosar las filas del EI. De hecho, el Washington Post informó, con base en fuentes de inteligencia, que varios grupos de combatientes están abandonando las filiales de Al Qaeda en Yemen y en algunos países de África para integrarse al EI en Irak.

En Washington, la guerra de Irak fue dada por ganada varias veces; incluso desde antes de que empezara, cuando el entonces vicepresidente, Dick Cheney, dijo que sería “un paseo en el parque” para EEUU. Hasta el famoso “misión cumplida” de Bush, en su discurso sobre el portaviones USS Abraham Lincoln.

Diez años después y a más de dos de la retirada definitiva de EEUU, todas las declaraciones de victoria se han probado falsas. Y es que en la guerra la victoria no surge espontáneamente con la derrota militar del enemigo. En la guerra, dice Clausewitz, la verdadera victoria es la creación de una realidad mejor.

Hasta ahora lo que parece haber creado EEUU en Irak es una realidad objetivamente peor. Se ve difícil, pero ojalá viren los vientos y este remedio pueda ser mejor que la enfermedad, que como una lepra parece estarse devorando capa por capa el tejido social iraquí.

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