An analysis of the world’s strategic outlook shows water to be a central issue in global security. In the coming decades, water will become a major source of instability in international relations. Human behavior and excessive use of water systems are largely behind this situation. It is predictable that water — or more precisely, the lack of water — will trigger conflicts in various regions of the world, not just between countries but within them as well.
We don’t have to look very far for clear signs. California is currently experiencing its worst long-term drought in almost a century. As if that is not enough, there is additional alarming news that will affect our country (Mexico). Recent studies show that, since 2004, nearly 65 cubic kilometers of water have disappeared from the Colorado River watershed, which is the source of water for the 30 million people and 4 million acres of cultivated land on both sides of the border. This amount of lost water is equivalent to twice the volume of Lake Mead, which for all intents and purposes is the water source for the western and southwestern U.S. Rainfall, down for the third consecutive year, is partially responsible for these losses, but over 75 percent of the losses result from the accelerated extraction from the underground aquifers in the watershed.
For this reason, I think it is important to share one of the recent and noteworthy (though not very visible) success stories in our relationship with the U.S. — one that is directly related to the Colorado River. This accomplishment is being recognized and studied abroad as a model for resolving international disputes over water. I spoke about it yesterday with former governor and U.S. senator from Idaho, Dirk Kempthorne. We talked about what has been achieved — first with Kempthorne, secretary of the interior under George W. Bush, and later with Ken Salazar under the Obama administration. Not only were Mexico and the U.S. able to turn the page on one of the most contentious, longstanding and festering issues on the bilateral agenda — the dispute over the All American Canal, which conveys water from the Colorado River to the Mexican side of the border — we were also able to lay the foundation of a new paradigm for the long-term, integrated management of aquifer resources between our neighboring countries. In 2008, we were searching for a way to address the roots of a challenging problem — the lack of water in the Colorado River — and developed a memorandum of understanding with Kempthorne, therein initiating a purposeful, forward-looking dialogue. In 2009, we took up the discussion with Secretary Salazar. In the wake of the 2010 Mexicali earthquake and following complex negotiations, Minute 319 was signed in 2012. The minute provided a win-win framework of cooperation through which Mexico stores water from the Colorado River in Lake Mead. It established timelines and verifiable and transparent mechanisms to deliver water. For the first time in our relationship with the U.S., water resources are channeled to preserve the flora and fauna of the Mexican delta of the Colorado River. The current Mexican government crystallized this process in March with the liberation of an extraordinary flow of water through the Mexicali dam to launch the restoration of the delta.
This milestone, celebrated by high-level organizations and conservation and biodiversity foundations, showed that Mexico and the U.S. do indeed possess a unique and effective bilateral toolkit to resolve disputes. And the outcome is noteworthy, not only because it engaged the states along the Colorado River watershed for the first time, but also because it engaged civil society organizations from both sides of the border including Pronatura Noroeste, El Colegio de la Frontera Norte, the Autonomous University of Baja California, the Environmental Defense Fund, The Sonoran Institute and The Nature Conservancy as substantive contributors during consultations and in the design, negotiation and instrumentation of the agreement.
At the end of the day, this success story is tangible proof that when Mexico and the U.S. set a goal they can cease to be accomplices in failure and become partners in shared success.
Una historia de éxito en la relación México-EU
No cabe duda que al atisbar el horizonte geoestratégico global, el agua representa hoy un tema central de la seguridad mundial y se perfila como una de las mayores fuentes de inestabilidad para las relaciones internacionales en las próximas décadas. En gran parte como resultado de los cambios en patrones climatológicos generados por la actividad humana y la explotación desmedida de sistemas hidrológicos, el agua —o más bien la falta de ésta— previsiblemente detonará conflictos en distintas regiones del mundo, no sólo entre Estados sino también a su interior.
Para botón de muestra no hay que mirar muy lejos. A lo que en este momento ya es en California la peor sequía continua en casi un siglo, se abona una noticia alarmante que conlleva consecuencias relevantes para nuestro país. Estudios recientes muestran que desde 2004, han desaparecido cerca de 65 kilómetros cúbicos de agua de la cuenca del río Colorado, la cual provee a más de 30 millones de personas y a 4 millones de acres de cultivo en ambos lados de nuestra frontera. Esta cantidad de agua perdida equivale a casi el doble del volumen total del lago Meade, que para todo efecto funge como banco de agua para el oeste y suroeste de EU. Si bien la falta de lluvia que ya se extiende en ese estado por tercer año consecutivo es parcialmente responsable de dichas pérdidas, más del 75% se debe a la extracción acelerada de los mantos acuíferos en esa cuenca.
Por esto, me parece importante compartir con ustedes una de las historias de éxito más recientes y notables —si bien poco visibles— de la relación con EU, y que tiene que ver precisamente con el río Colorado. Esademás una que está siendo reconocida y estudiada en el extranjero como modelo para resolución de diferendos internacionales en la materia y sobre la cual estuve hablando ayer en una conferencia en Idaho con el ex senador y ex gobernador de ese estado, Dirk Kempthorne. Ambos expusimos lo que logramos, primero con él en su calidad de secretario del Interior durante la administración Bush, y posteriormente con su sucesor en la administración Obama, Ken Salazar, para que México y EU no sólo voltearan la página a uno de los contenciosos más añejos y enquistados de la agenda bilateral —la disputa en torno al Canal Todo Americano que surte agua del Colorado al lado mexicano de la frontera— sino para establecer las bases de un nuevo paradigma en el manejo integral y a largo plazo de recursos acuíferos entre dos naciones vecinas. En 2008, buscando un esquema que atacase de raíz el problema severo de falta de agua en el Colorado y mediante un memorando de entendimiento suscrito con Kempthorne, iniciamos un diálogo propositivo y con
visión de futuro. En 2009 retomamos con el Secretario Salazar este impulso inicial hasta que en 2012, a raíz de los daños del terremoto de 2010 en Mexicali y después de negociaciones complejas, se firmó la llamada Acta 319. Esta provee un marco de cooperación de “ganar‐ganar” por medio del cual México almacena agua que le corresponde del Colorado en el lago Meade; se reconstruyen redes, canales y ductos del lado mexicano; se establecen calendarios y mecanismos verificables y transparentes de entregas de agua; y, por primera vez en la relación con EU, se canalizan recursos para preservar flora y fauna en el delta mexicano del río Colorado. El actual gobierno de México cristalizó este proceso en marzo con la liberación de un flujo extraordinario de agua a través de la Presa Morelos para iniciar la restauración ecológica del delta.
Este hito, celebrado por todo lo alto en organismos y fundaciones dedicadas a la conservación y biodiversidad, muestra que México y EU sí poseen una caja de herramientas bilateral única y eficaz para la resolución de diferendos. Pero además el resultado es notable porque involucró por primera vez en el proceso no sólo a los estados de la cuenca del Colorado, sino de manera significativa a organizaciones de la sociedad a ambos lados de la frontera (entre ellos Pronatura Noroeste, El Colegio de la Frontera Norte, la UABC, Environmental Defense Fund, The Sonoran Institute y The Nature Conservancy) como coadyuvantes en las consultas y el diseño, negociación e instrumentación del acuerdo.
Al final del día, este caso de éxito ha demostrado de manera tangible que cuando México y EU se lo proponen, pueden dejar de ser cómplices del fracaso conjunto para erigirse en socios del éxito compartido.
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