El tam-tam de la guerra
Arturo Balderas Rodríguez
No es fácil dar cuenta de las vicisitudes por las que el gobierno estadunidense atraviesa en el plano internacional. Una somera revisión de ellas pone de relevancia la cada vez más complicada situación para que el presidente Obama llegue a buen puerto en los meses que restan de su administración.
El Oriente Medio, Europa del este y África son un rompecabezas cuya solución se advierte cada vez más inalcanzable para el gobierno de un país que, queriéndolo o no, es visto como líder militar y económico mundialmente. Obama lo ha dicho una y otra vez: Estados Unidos no debe ser el policía que resuelva todos y cada uno de los problemas del orbe. El problema de Obama es que la historia, y las circunstancias, contradicen su dicho y deseos. A lo largo de su historia y con la decidida iniciativa de sus gobiernos, EU ha establecido un predominio que lo ha colocado como el referente para resolver todos y cada uno de los problemas del mundo. Por ello es casi imposible, para este o cualquier gobierno estadunidense en el futuro inmediato, echar marcha atrás en esa carrera iniciada hace más de dos siglos.
Una muestra reciente de esa carrera es lo sucedido en Irak. Las secuelas de la invasión a ese país y la desarticulación del gobierno dictatorial de Saddam Hussein, con el pretexto de la existencia de armas de destrucción masiva, crearon las condiciones para su balcanización, de las que EU es directo responsable. Es falso, como insisten los más acuciosos promotores del dominio estadunidense por medios armados, que la lucha fratricida en Irak es la consecuencia de haber retirado sus tropas de ese país. Al día siguiente de que el presidente Bush declaró misión cumplida, la fragmentación del país se puso en marcha debido a los ancestrales desacuerdos de las fracciones sunitas y chiítas en pugna por el poder. El gobierno impuesto por la administración Bush devino en dominio de una nueva casta no menos inepta y autoritaria. Para colmo, la situación ha degenerado con el nacimiento del Isil, una facción ultrarradical que ha asesinado a miles de sus propios ciudadanos y que ahora hace alarde de esa violencia con la decapitación de dos periodistas extranjeros. Los tambores de guerra suenan y la presión crece para que Obama intervenga directamente en Irak mediante el envío de tropas.
La misma tentación intervencionista se ha dejado sentir en el conflicto Ucrania-Rusia. Hay quienes ansían ver a los soldados estadunidenses en Ucrania defendiendo la soberanía de ese país del acoso ruso, pero también en Siria y en la veintena de países donde hay conflictos internos.
En suma, lo que representaría una mina para las corporaciones relacionadas con la industria militar de EU pudiera ser una vez más la tumba para las aspiraciones pacifistas de millones de estadunidenses, incluido su actual presidente. En esta hora de nacionalismos, etnicismos desenfrenados y dogmas ultrarreligiosos no es muy difícil señalar quiénes se benefician, en primera instancia, con el tam-tam de la guerra.
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