Por fin, la semana anterior, el presidente Barack Obama anunció la estrategia a seguir contra los yihadistas suníes del llamado Estado Islámico (EI), que se han convertido en la nueva amenaza en Oriente Medio: “degradar y, finalmente, destruir” al EI.
Es decir que Estados Unidos se encuentra oficialmente en guerra contra un violento grupo fundamentalista que ya proclamó su Califato entre la convulsionada Siria y el desestabilizado Irak.
Lo grave de la historia es que no es la primera vez, ni parece ser la última, en que el país del norte se involucra militarmente allí. Tan sólo en las dos últimas décadas, desde los dos Bush, padre e hijo, así como Clinton y Obama, se han involucrado con Irak. De hecho, este último, tratando de “deshacer el entuerto” generado por su antecesor, George W., retiró todas las tropas que quedaron luego de la invasión de comienzos de siglo. Ahora, a las volandas, tiene que improvisar una forma de hacer frente a un nuevo enemigo incubado dentro de los suníes de Sadam Hussein. Hoy, ya fogueados en la lucha contra el dictador sirio Bashar al Asad, los yihadistas de Abubaker al Bagdadi son una amenaza para la continuidad de Irak como Estado y han realizado algunas incursiones en el Líbano para ampliar su espacio de influencia.
¿Miopía, falta de cálculo político o error de percepción? Todo esto termina siendo lo mismo. Lo cierto es que tanto los gobiernos del área, que harán parte de la coalición que está conformando Washington, así como el propio gobierno de Estados Unidos y los países europeos involucrados, fallaron. Por supuesto que, como bien se dice, es muy fácil ser profeta del pasado para criticar las decisiones que se tomaron en su momento. Y el momento, hace un año, no era fácil de auscultar. La opción de apoyar militarmente a los rebeldes sirios, con bombardeos y armas, para sacar del poder a Al Asad, estuvo a punto de ser una realidad. Sin embargo, a última hora Obama se frenó para no hacerles el juego a los fundamentalistas. La paradoja es que ahora esos mismos yihadistas son los que tienen en jaque la región con sus reiterados actos de barbarie. Vea pues.
De momento hay una coalición de países de la OTAN que va a actuar junto a Estados Unidos para continuar con los bombardeos en territorio iraquí. Esto como parte de la estrategia anunciada de “degradar” a los militantes armados del EI que se han hecho fuertes en algunos lugares importantes, entre ellos Mosul. Como se conoce, la otra paradoja es contar con Irán como aliado circunstancial de Washington, su otrora archienemigo que se suma a la causa contra su némesis que son los suníes yihadistas. Simultáneamente se está conformando otra coalición con países del área para actuar muy pronto en Siria, donde drones estadounidenses sobrevuelan los territorios conquistados por el EI para identificar los sitios a bombardear en el corto plazo.
Según las últimas estimaciones de inteligencia, los militantes fundamentalistas en armas pueden llegar a 35.000, con un alto número de voluntarios extranjeros, la mayoría de los cuales provienen de países vecinos. Sin embargo, unos 2.000 podrían provenir de Estados Unidos, Gran Bretaña y algunos países europeos.
La explicación de por qué Barack Obama decide volver a una zona de la cual había prometido retirarse unos años atrás tiene algunas variables importantes, según los analistas. La primera es la importancia estratégica derivada del petróleo. De otro lado, que hay varios países cercanos de Estados Unidos, como Egipto, Israel, Turquía o Arabia Saudita, que no están dispuestos a permitir que se altere el precario equilibrio que hay de momento, a pesar de los muchos problemas existentes, con la intromisión de un nuevo actor que se convierte en una gran amenaza para todos ellos.
Las cartas están echadas. Habrá que esperar cuál será el resultado de una nueva guerra en el polvorín en que suele convertirse Oriente Medio.
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