The Eternal War

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Muchas mujeres enamoradas e ingenuas suelen pedir al galán que proteja su salud varonil, a fin de evitar embarazos indeseados. Pero el caballero suele olvidar el adminículo protector en su casa y su intención, si lo consume el fuego de la pasión, no es precisamente volver a vestirse y correr a buscarlo.

Puede perder fácil una hora y en el transcurso, registrarse toda clase de incidentes desagradables. Por lo tanto, arguye que nada ocurrirá en el encuentro amoroso, pues apenas introducirá la extremidad de su hombría en el cuerpo del ser amado. Eso no suele ocurrir, y a diario presenciamos las consecuencias.

La doctrina militar norteamericana de “Apenas la puntita” tiene como ejemplo más ilustre la guerra de Vietnam, cuyo real promotor fue el presidente John F. Kennedy. Al principio, se trataba de insertar la puntita de algunos asesores de la CIA, para observar la guerra en el terreno y dar consejos al corrupto gobierno de Saigón sobre cómo enfrentar al ejército de Vietnam del Norte. (La guerrilla del Vietcong fue una parte importante, pero no decisiva en esa guerra.

Los partisanos son buenos para hostigar la retaguardia del enemigo, pero solo en escasas ocasiones cambian el curso de un conflicto. Para derrotar al rival se necesita un ejército convencional). Una vez se inició la escalada, y con el gobierno de Lyndon Johnson liderando el conflicto, la nación norteamericana quedó fecundada en una guerra donde puso más de medio millón de botas en el terreno.

Ahora, el general Martin E. Dempsey, jefe del estado mayor conjunto de las fuerzas armadas ha señalado que si los bombardeos aéreos contra las milicias sunitas del ISIS (siglas en inglés de Estado Islámico de Irak y Siria) resultan insuficientes, recomendará al presidente Barack Obama enviar soldados a Irak.

Estados Unidos retiró sus fuerzas de la nación árabe en el 2012, señalando que su misión había sido cumplida. Durante dos años, sunitas y chiítas se asesinaron entre ellos sin que fuera afectada la soberanía nacional. Pero luego, el ISIS hizo espectaculares avances en Siria y en Irak, proclamó un califato, y tras decapitar a centenares de enemigos, cometió un error propagandístico: degolló a tres occidentales: James Foley, Steven Sotloff y David Cawthorne Haines. Como decía Stalin, “Cuando una persona muere, es una tragedia, cuando un millón de personas mueren, es una estadística”.

Probablemente las dos primeras muertes con rostro y nombre y apellido, tuvieron más efecto en la opinión pública norteamericana que todas las acciones previas del ISIS. Y ahora, como dijo The New York Times en reciente editorial, “The Slippery Slope Begins,” comienza el resbaloso declive.

VAMOS A CONTAR MENTIRAS

Hace apenas unos días, el presidente Barack Obama anunció que la lucha contra el ISIS se realizaría a través de bombardeos aéreos. “Como he dicho antes, las tropas estadounidenses no tendrán una misión de combate”, aseguró.

A diferencia del gobierno chavista, que todos los días inventa un flamante embuste, el de Washington, la democracia más antigua del mundo, tiene un repertorio de mentiras tan decrépito como el planeta. Solo se limita a reciclarlas cuando es necesario poner el vino viejo en odres nuevos.

Desde el primer día en que el gobierno de Washington decidió enfrentar al ISIS, se sabía que reanudaría el conflicto en Irak, y lo extendería a Siria. Para calmar la ansiedad, anunció que lanzaría bombardeos aéreos contra reductos del ISIS. Cualquier analista militar sabe que los bombardeos aéreos no ganan guerras.

Pero Obama es coqueto, y quiere librar una conflagración de boutique. Los conflictos de verdad se resuelven con las botas en el terreno. Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes bombardearon ciudades británicas y los británicos continuaron luchando. Luego los aliados bombardearon Dresde, dejaron a 135.000 civiles alemanes convertidos en hojaldre, y los alemanes siguieron en la pelea.

La única vez que un bombardeo aéreo definió un conflicto fue cuando Estados Unidos destruyó las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki con artefactos nucleares. Aunque los japoneses tuvieron más muertos que los ciudadanos de Dresde, la causante de la rendición fue la amenaza de lanzar otras bombas atómicas.

Pero en esta ocasión, el gobierno de Washington no piensa emplear artefactos nucleares. en Irak o en Siria. Al menos por ahora. ¿Qué se hace para convencer a un pueblo de la necesidad de seguir fracasando en conflictos bélicos? El general Dempsey no puede decirle a los norteamericanos: Nuestro propósito es retornar a Irak y enviar tropas a Siria con el propósito de empantanarnos en otra guerra.

Aunque los norteamericanos suelen tener una memoria bastante corta, es difícil que olviden lo ocurrido durante la pasada década. La principal lección es que no se puede derrocar a la insurgencia sunita. Es como la estrella de mar. Le amputan un miembro, y le vuelve a crecer. Le destruyen una organización, y en su lugar aparece otra, más vigorosa e inteligente.

El ISIS es producto de una escisión de Al Qaida en Irak. Su líder era Abu Musab al-Zarqawi. Cuando Zarqawi murió en un bombardeo de la aviación norteamericana, en el 2007, al-Qaida en Irak contaba con unos 10.000 guerrilleros. Transmutado en ISIS, el nuevo grupo cuenta con entre 17.000 y 30.000 combatientes, y es liderado por Abu Bakr al-Baghdadi.

Al Qaida nunca intentó conquistar territorio. El ISIS ya cuenta con un califato, al menos gobierna varias poblaciones, controla Mosul, la segunda ciudad más importante de Irak, después de Bagdad, pozos y refinerías petroleras en Irak y en Siria, y la base aérea de Tabqa, en Siria, donde degolló a 250 soldados y se apoderó de cazas de combate, tanques, artillería y municiones.

El enemigo es cada vez más formidable, y la estrategia militar de Estados Unidos es como la de esos boxeadores vapuleados que telegrafían sus puñetazos. Pero no hay una mente clara que decida hacer algo novedoso, o al menos diferente. Si Estados Unidos vive preñado de guerras, no es porque sus ciudadanos sean belicosos, sino por una doctrina militar bastante eficaz conocida como “Apenas la puntita”.

Sigmund Freud decía que la idea de la castración era una conquista de la civilización moderna. El hombre castra sus instintos y prefiere la diplomacia al combate, porque de lo contrario, un día acabará con el planeta. Tal vez algún líder del futuro decida que hasta el vicio de Onan es más saludable que los embarazos indeseados.

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