Awareness of the Abyss

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Enorme proyección mediática y contundentes declaraciones por parte de los más de 120 jefes de Estado y de Gobierno que asistieron, entre ellos el rey Felipe VI, pero escasa concreción en el terreno de los compromisos globales: este es el balance de la cumbre del clima convocada por Naciones Unidas. Pero el estado de opinión mayoritariamente expresado hace albergar la esperanza de que las cosas estén cambiando; de lo ocurrido en la cumbre de Nueva York se desprende que empieza a calar entre los gobernantes la conciencia de que el tiempo para evitar los efectos del cambio climático se está agotando, y lo hace más rápidamente de lo que se pensaba.

A las advertencias procedentes del panel científico que vigila el estado de salud del planeta se han sumado en las últimas semanas grandes movilizaciones ciudadanas destinadas a presionar a Gobiernos y organismos internacionales para que sustituyan la política de los gestos por la política de los hechos. Un conjunto de acuerdos sectoriales y convenios de geometría variable permitió que la cumbre fuera finalmente algo más que un “festival de la palabra”, como había pedido Ban Ki-moon. Se acordaron donaciones importantes de los países ricos al Fondo Verde del Clima destinado a paliar los efectos del cambio climático en las zonas más vulnerables; 230 ciudades que suman más de 400 millones de habitantes suscribieron un convenio para reducir sus emisiones en un 12% anual; 36 países firmaron otro acuerdo —en el que hay que lamentar la ausencia de Brasil— para frenar la deforestación y recuperar 350 millones de hectáreas de tierras degradadas, y Estados Unidos, representado por el presidente Obama, se implicó mucho más con el compromiso de que en 2020 las emisiones de gases sean un 17% inferiores a las de 2005.

Pero “para colocar al mundo en una nueva dirección”, como propone Naciones Unidas, hace falta ir mucho más lejos en la asunción de compromisos. El planeta no puede permitirse que la cumbre prevista en París a finales de 2015 sea un fracaso como la de 2009 en Copenhague. Quedan 15 meses para concretar y pactar un nuevo acuerdo global que sustituya el Protocolo de Kioto de 1997. El reto es tan decisivo como apremiante: los países comprometidos con el Protocolo de Kioto apenas representan ahora el 15% de las emisiones. Y es vital que el nuevo pacto involucre a los mayores contaminantes, entre ellos China, EE UU e India.

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