La semana pasada Estados Unidos hizo en Europa la presentación en sociedad de una nueva superliga para combatir al grupo insurgente sunita Estado Islámico. Cuarenta países anunciaron con bombos y platillos que… ninguno de ellos iba a poner fuerzas para pelear en el terreno.
La oposición interna en EEUU presionaba a Barack Obama con la acusación de que no hacía nada para terminar con la amenaza satánica. Pero el presidente ganó las elecciones en 2008 con la promesa de terminar la intervención de su país en Irak. Apenas puede decirse que haya logrado esa meta; y entretanto parece haber aprendido de que no todos los problemas del mundo pueden solucionarse tirando bombas. Incluso si por “problemas del mundo” entiende exclusivamente la conveniencia de su país y sus empresas.
Entonces inventó la liga en la que tendrían un papel fundamental países tan lejanos como Australia. Parece un plan militar contundente, pero en realidad es una gran cortina de humo. Unos pocos aliados prometieron enviar aviones militares a bombardear posiciones de EI. Otros, como España, prometieron pequeñas sumas de dinero. Muchos más enviaron buenos deseos. No en vano trasciende que el Pentágono tiene dudas sobre la solidez del “plan” de guerra.
¿Por qué resulta tan difícil acabar con un grupo nuevo que pelea contra todos los demás, incluyendo Al Quaeda, y que fue creado al amparo de los EEUU y sus aliados para combatir a Assad en Siria? En parte porque la irrupción de ese grupo ha dado esperanzas a pueblos que están hace diez años combatiendo la humillación de la invasión de 2003 a Irak. En parte porque se han hecho de pozos de petróleo que están exportando en forma clandestina y, por tanto, de fondos.
Pero también porque casi ninguno de los países de la zona quieren en realidad el fin de EI. Turquía no quiere que ganen los kurdos de Irak porque temen el contagio contra la gran minoría kurda en su casa. Israel parece estar incluso entrenando a tropas de EI. Egipto también los ve con buenos ojos porque tiene enemigos comunes. Arabia Saudita y Catar han financiado a EI desde su nacimiento. En la zona, con ganas de pelear, quedan el golpeado Assad en Siria, los kurdos iraquíes, el gobierno y los chiítas de Irak e Irán, que tampoco ha comprometido tropas.
O sea, EEUU en los hechos se ha quedado aliado de sus enemigos Assad e Irán. Pero no los invitó a la alianza. Invitó sí a Rusia, a la que acaba de declararle una nueva Guerra Fría. Pero Rusia y China han avisado que no es de acuerdo a la ley internacional bombardear objetivos de Siria, país con el que los aliados no están en guerra, sin autorización de su gobierno; es decir, sin alianza explícita.
Así que Obama, al igual que el criticado George Bush hijo, se apresta a declarar una guerra sin pedir aval de las Naciones Unidas. La historia se repite como trágica comedia.
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