Una vez consolidado el poder aéreo en una coalición, la más grande desde la guerra del golfo Pérsico de 2003, liderada por los Estados Unidos, con la participación directa de Francia, Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Bahréin, Qatar, Jordania.
Se realizaron los ataques aéreos siguiendo ejes convergentes desde las Fuerzas de tarea de la II Flota estadounidense desplegadas en el Mediterráneo, golfo Pérsico, mar Rojo, y desde las bases de los países de la coalición en el Oriente Medio, empleando bombarderos, aviones de ataque y de combate multipropósito, drones y misiles Tomahawk, incluyendo por primera vez los cazas de superioridad aérea F22, Raptor. Otros países europeos apoyaron la decisión de ataque y Gran Bretaña una semana después se incorporó al Comando Unificado.
Degradar y si es necesario eliminar al pretendido Estado Islámico (EI), fue planteado como un objetivo político por parte del presidente Obama, dentro de un concepto geopolítico que busca contrabalancear las fuerzas de Iraq, los peshmergas del Kurdistán y de la moderada resistencia rebelde de Siria, para que logren por sí mismas restablecer el equilibrio regional; al mismo tiempo que se trata de proteger a dos millones de desplazados y refugiados de los países de la región, y a los Estados Árabes. Lo que ha motivado la protesta por el ataque a territorio sirio, parte de los 120 000 kilómetros que controla el EI, se centra en que la resolución 270 del Consejo de Seguridad de la ONU, no determina específicamente la autorización de una intervención militar. La ONU no autorizó explícitamente la intervención, sin embargo de tener facultades adicionales, como la resolución 60 de la Cumbre Mundial de la ONU del 2005, conocida como R2P (Responsabilidad Para Proteger); mediante la cual la soberanía no solamemente protege a los estados de una injerencia externa, sino que establece responsabilidad de responder por el bienestar de la población, dándose facultad de intervenir a la comunidad internacional, cuando escudándose en la soberanía, cometen crímenes de guerra y de lesa humanidad.
Un yihadismo extremista ofensivo pertenece a las amenazas de las nuevas guerras de grupos irregulares que desafían a los estados y a la Comunidad Internacional y trata de retornar a un califato universal impuesto al mundo musulmán, así lo describe Elie Tenenbaum, en el libro ‘Nouvelles guerres’, recientemente publicado en París. Por consiguiente resulta prioritario cortar los financiamientos obtenidos de las refinerías usurpadas a Iraq, frenar urgentemente la limpieza étnica, religiosa, desarticular los mandos y cortar la expansión acelerada terrorista internacional. La ONU ha seguido las etapas iniciales advertencia y cooperación internacional para apoyar a los estados que no poseen condiciones de proteger a su población y amenazan a la estabilidad regional.
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