Forty years ago, then U.S. President Richard Nixon got his country into the longest war in which it has ever been involved: the "war on drugs." It is a campaign that the great global power, according to all evidence, has lost.
The effects of that defeat have influenced U.S. public opinion: the states of Colorado and Washington have now legalized the use of marijuana for recreational purposes, and 19 other states already allow the consumption of the plant for medicinal purposes. In Mexico, the issue has not even started to be discussed in the legislature.
The problem is that Mexican cartels, which were initially only exporters of drugs, have diversified: their activities now include exploitation of people, extortion and kidnapping as well. And these activities also receive indirect support from the world's largest consumer of drugs.
According to the United States government itself, seven Mexican cartels operate in the U.S., where they obtain resources through the selling of drugs, as well as weapons to extract rents from the Mexican population. A report by the U.S. Department of Homeland Security (DHS) states that at least 2,000 police officers from that country are under investigation for alleged links to organized crime.
It is not a new topic that should surprise the neighboring country. During President Obama's first administration, nearly 130 U.S. immigration and customs agents, as well as agents of the border patrol, were arrested on charges of corruption linked to drug cartels in Mexico. Not until 2009 did the DHS Office of the Inspector General open 839 corruption-related investigations involving immigration and border patrol agents.
The sphere of power acquired by the cartels of organized crime in Mexico would be unthinkable without the active participation of accomplices within U.S. governmental structures. So far, it has been found that this infiltration reaches the level of border county sheriffs. The possibility that these networks have already spread to other powers should be considered.
Under the Manichean argument that corruption affects Mexico only, U.S. representatives have urged their government to reconsider cooperation with its neighboring country regarding the fight against crime, and have even suggested providing essential material and logistical support. They ignore that there is plenty of corruption to fight on American soil, and if it were not for that corruption, the large criminal organizations would not have the power they now possess.
Hace 40 años el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, metió a su país en la más larga guerra en la que su país ha estado involucrado: la “guerra contra las drogas”. Una campaña que la gran potencia global, conforme a toda evidencia, ha perdido.
Los efectos de esa derrota han influido en la opinión pública estadounidense: los estados de Colorado y Washington han legalizado ya el uso de la mariguana para uso recreacional y otros 19 ya permiten el consumo de la planta para fines medicinales. En México el tema ni siquiera ha empezado a discutirse en legislaturas.
El problema es que los cárteles mexicanos, sólo exportadores de droga en un inicio, se han diversificado: suman a sus actividades también explotación de personas, extorsiones y secuestros. Y en estas actividades reciben también la ayuda indirecta del mayor consumidor mundial de drogas:
De acuerdo con el propio gobierno de Estados Unidos, siete cárteles mexicanos operan en ese país, donde obtienen recursos vía la venta de drogas, así como armas para extraer rentas de la población en México. Un informe del Departamento de Seguridad Interna de EU (DHS por sus siglas en inglés) da cuenta de que al menos dos mil policías de ese país están siendo investigados por sus presuntos vínculos con el crimen organizado.
No es un tema nuevo, por el cual el vecino país tenga que mostrarse sorprendido. Durante la primera administración del presidente Obama cerca de 130 agentes de Migración y Aduanas, así como de la Patrulla Fronteriza fueron arrestados por cargos de corrupción ligados a los cárteles del narcotráfico de México. Únicamente en 2009 la oficina del inspector general del DHS abrió 839 investigaciones de corrupción que involucraron a agentes de esa corporación.
La dimensión de poder adquirida por los cárteles del crimen organizado en México sería impensable sin la activa participación de cómplices dentro de las estructuras gubernamentales de Estados Unidos. Hasta ahora se ha descubierto que esa infiltración llega a nivel de sheriffs de condados fronterizos. Habría que considerar la posibilidad de que esas redes se hayan extendido ya a otros poderes.
Bajo el argumento maniqueo de que la corrupción afecta únicamente a México, congresistas estadounidenses han pedido a su gobierno replantear la cooperación con el país vecino en materia de combate a la criminalidad e incluso han sugerido condicionar apoyos materiales y logísticos indispensables. Ignoran que en el propio suelo de EU hay mucha corrupción por combatir y sin la cual las grandes organizaciones de la delincuencia no tendrían el poder que hoy poseen.
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These costly U.S. attacks failed to achieve their goals, but were conducted in order to inflict a blow against Yemen, for daring to challenge the Israelis.