Mauricia and Conway

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Nada tiene que ver nuestra versión de los Estados Unidos con sus pueblecitos del interior, donde se refugia la gentileza y la cultura. Es lo que sucede con Conway, a cuatro horas y media de New York, donde las casas datan del 1700 y es, en otoño, lugar obligado del turismo interno.

En el centro de la ciudad, los mercados y tiendas parecen salidos del cuento de Hansel y Gretel. Las casas parecen bordadas y tienen los mas bellos jardines. Situado entre montañas, cruza el poblado un río limpio y esplendoroso, donde dos puentes compiten por la primicia en lo surrealmente bello. Uno, peatonall, ha sido convertido en un jardin y es sorprendente encontrar ya en octubre, enormes rosas, dalias multicolores y lo que en Dominicana llamamos pompopones, con todos los matices de las hojas que ya empiezan a enrojecer haciendo honor a su reputacion como el espectáculo otoñal mas bello del mundo.

Por todas partes abundan los turistas japoneses y los fotografos, deslumbrados por esta fiesta nacional que es un bálsamo. Conway esta de fiesta porque ha arribado una hada madrina que se llama Mauricia Alvarez Tavarez, hermana de Julia Alvarez, una psicoterapeututa que fundó, en alianza con Harvard, la clinica mas importante y exitosa de apoyo psicologico a la comunidad latina.

Digo hada, porque eso parece con su vestimenta de los años 60, collares y abalorios y su trenza de pelo blanco. Nada hay de inocente en esta entrenada observadora de la gente y el mundo, cuya generosidad desborda y puede confundir a espiritus poco acostumbrados a la exquisitez y buena educacion. Mauricia ha creado una Fundacion que se llama Siempre Unidas, en honor a sus padres, el Dr. Eduardo Alvarez y a su madre, la pionera de los programas de envejecientes de la ONU, Doña Julia Alvarez.

Con esta Fundación Mauricia espera apoyar a artistas de todos los litorales en Suramérica, Centroamérica y el Caribe, donde puedan retroalimentar o recuper sus sueños.

También están felices los ancianos, que se alimentarán de sus hortalizas, las mujeres, que vivirán de sus artesanías (ya Mauricia tiene en sus fincas 16 alpacas y ovejas), los estuadiantes de concina y chefes de Conway y las zonas aledañas, con la cadena de restaurantes comunitarios que ha de crear.

He venido a aportar mis ladrillos para este edificio y el puente con la República Dominicana, por donde habrá de transitar la alegre e inagotable creatividad de nuestra America.

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