Venezuela en el Consejo de Seguridad, análisis de la elección
La inclusión de Venezuela en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas supone al menos tres elementos para reflexionar: Primero, el país sudamericano, a pesar de la crisis económica y política que atraviesa, cuenta con el respaldo de prácticamente la totalidad de los estados de América Latina y el Caribe.
Segundo, la capacidad de los Estados Unidos, y sus aliados occidentales más cercanos de construir consensos políticos globales alrededor de sus intereses estratégicos es cada vez más débil. Tercero, la plural y heterogénea composición del Consejo de Seguridad actual expresa la dificultad de pensar el orden global alrededor de la imagen de bloques geopolíticos estables.
La elección a favor de Venezuela era, a pesar de la oposición que su gobierno pueda causar en varios actores internacionales poderosos, inevitable. La candidatura venezolana fue la única presentada por parte de América Latina y el Caribe. A diferencia de lo que ocurrió en el año 2006 cuando aún a pesar del intenso activismo personal de Hugo Chávez, ese país no pudo obtener el sitio que finalmente le fue otorgado a Panamá, después de 47 rondas de votación compitiendo con Guatemala. En esta ocasión ningún país latinoamericano y del Caribe cuestionó en los hechos la proposición, a sabiendas de que dicha opción disgustaba profundamente a Washington. En los hechos, a los gobiernos de Latinoamérica y el Caribe, cuando se trata de eventos que ocurren en el nivel del sistema internacional, les interesa más la estabilidad regional que la naturaleza o el tipo de régimen que opera en cualquiera de sus países. Incluso parecería que puede ser prioritario mantener lazos de confianza intrarregionales que apostar por la tradición del siglo XX de alinearse con los Estados Unidos en los eventos internacionales. Desde hace varios años Caracas ha sido respaldada persistentemente en los eventos políticos internos por prácticamente todos los organismos multilaterales de la región, y la candidatura única, así como la votación en Naciones Unidas, confirman esta tendencia.
Por otra parte, la adhesión latinoamericana y del Caribe a la candidatura regional hace explícito a todos los actores internacionales la incapacidad que tuvo Washington de generar en su propia vecindad una opción distinta. La actitud de los Estados Unidos frente a la elección fue explícita. Sus voceros hicieron saber sin ninguna duda la desconfianza y malestar que causaba en ese gobierno la posibilidad de que Venezuela integre el Consejo de Seguridad. Lo que ocurrió con los Estados Unidos no fue un hecho atribuible a su abstención simbólica. Revela que su alejamiento político del resto del Hemisferio Occidental y su pérdida de perspectiva estratégica. Su indiferencia deliberada, ha fracturado tanto los lazos con sus antiguos acompañantes, que simplemente no tuvieron la capacidad de lograr que una sola de las treinta y dos posibles candidaturas alternativas que pudieran haber existido, finalmente se concretara. Si ello ocurrió en su entorno cercano, menos aún se puede pensar en la capacidad política estadounidense de generar consensos hegemónicos globales, peor cuando en un escenario electoral cuyas reglas implican la aceptación de las dos terceras partes de los votantes a las candidaturas al Consejo de Seguridad el pronunciamiento parece apabullante. No fue sólo la región. La votación de la Asamblea ilustra claramente que el escenario estratégico de la hegemonía global es muy distinto al del pasado reciente en apenas la segunda década del siglo XXI. El problema no es sólo lo que parece evidentemente una disminución del poder de Washington, sino que esa potencia, los Estados Unidos, no comprende todavía, ni asume, el nuevo escenario. Se paraliza estupefacta al constatarlo.
La composición del Consejo de Seguridad, por otra parte impide construir la salida fácil de concluir que hay nuevos bloques en el poder global que heredan el poder que aparentemente Washington está perdiendo. Es muy difícil plantear esto, aunque es tentador sobre todo si las visiones están permeadas por lógicas realistas asociadas a las derechas; o también por imágenes contra hegemónicas altamente ideológicas. La votación fue diversa. España, con un gobierno claramente conservador, fue elegida en lugar de Turquía. Malasia es regida por uno de los partidos políticos más antiguos del mundo, pragmático antes que ideológico. Nueva Zelanda, que tuvo la elección más fácil, se identifica claramente con los intereses de Occidente, mientras que el MPLA gobernante en Angola es integrante de la socialdemócrata internacional socialista. Cada decisión importante del Consejo de Seguridad tendrá, con esta composición, un escenario particular de negociación y probablemente mayorías cambiantes.
Lo cierto es que con Venezuela en el asiento parece que la constancia, efectivamente, vence, lo que la dicha no alcanza. A pesar de las dificultades, con el apoyo prácticamente unánime de la región, el gobierno del presidente Maduro logró lo que el inspirador de la idea, Hugo Chávez, no pudo. En concreto: América Latina no dramatiza las diferencias ideológicas entre sus gobiernos ni da importancia extraordinaria, en los escenarios internacionales, a las contingencias internas que ellos sufren. Los Estados Unidos no saben cómo adaptarse al nuevo momento de su capacidad estratégica global y regional, y el mundo político del 2014 se parece más a un caleidoscopio de formas y poderes mutantes, que a un rígido tablero de ajedrez.
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