Now It’s a Threat?

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Bastó que se presentara un caso de ébola en Estados Unidos y otro en España para que una enfermedad que a nadie le importaba se convirtiera en un peligro mundial. Ahora, tanto la Unión Europea como el presidente Barack Obama piden al mundo intensificar “drásticamente” la lucha contra esta mortal enfermedad.

Qué paradójico es constatar que mientras el ébola cobraba más de cuatro mil vidas en África Occidental, a ninguno de los países occidentales le importaba un comino que se extendiera por este inmenso continente. Y, claro, qué les iba a importar si se trataba de un virus que afectaba a pueblos miserables, a gente sin poder adquisitivo para invertir en medicinas, a un continente abrumado por pestes y guerras. Sólo cuando la enfermedad tocó una vez las puertas de los grandes países (frente a cuatro mil casos mortales) se convirtió de la noche a la mañana en un peligro mundial.

Ahora que hasta en nuestro país las alertas se han encendido, vale la pena preguntarse dónde estaban todas esas multinacionales farmacéuticas y sus gobiernos que durante cuarenta años no les interesó buscar una cura para esta enfermedad. Basta dar una mirada al libro de Germán Holguín, ‘La Guerra contra los medicamentos genéricos’, para comprender por qué a estas multinacionales no les interesa desarrollar vacunas o medicamentos para atender las crisis de salud de países del tercer mundo.

“Nosotros no hacemos negocios para salvar vidas sino para hacer dinero. Salvar vidas no es nuestro negocio”, es una de las contundentes frases dichas por un alto ejecutivo de Roche, que rescata Holguín en su libro. Y, eso, precisamente es lo que se comprueba ahora que el ébola, de la noche a la mañana, se ha convertido en un peligro mundial. Hasta hace dos semanas era una enfermedad de unos pobres negros que a nadie le importaba y ahora es una amenaza para la humanidad y los gobiernos del primer mundo claman, entonces, por una vacuna.

Es allí, en ese interés único de las multinacionales farmacéuticas de llenarse los bolsillos con millones de dólares, que encontramos la razón para que enfermedades tropicales como el dengue, la leishmaniasis, el chikungunya y otras similares hoy no tengan ninguna cura a la vista.

Marijn Dekker, alto directivo de Bayer, lo dijo sin compasión: “Nosotros no producimos medicamentos para los indios. Los producimos para los pacientes occidentales que pueden pagarlos”.

Tal vez, entonces, ahora que el ébola llegó a sus puertas sí podremos esperar que se desarrolle una vacuna

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