Daniel’s life has been plagued by abuse. During his childhood in one of the poorest neighborhoods in the Bronx, he had to struggle constantly to survive his stepfather’s anger attacks. His mother did not know what was happening because she had no other option but to leave him at home at the mercy of her new boyfriend. She had to work for more than 12 hours a day to pay the rent that kept them off the streets.
Everything started when the police detained his father for the second time. His crime: possession of one gram of crack cocaine. The sentence: 10 years in jail. The consequences: immeasurable. When he was 13 years old, Daniel spent hours on the street after school. His father was in jail and his mother at work; nobody exercised any supervision over him; nobody checked his report cards. He joined a gang at the age of 15. At first, they only spent time walking around the neighborhood and drinking beers. But the situation quickly turned dangerous. A new rival gang wanted to occupy the same corner where Daniel and his friends were drinking. Soon, all the kids on the block would have a firearm to defend themselves.
Five years later, Daniel has been sentenced to seven years in state prison. His crime was carrying a firearm he never used. Daniel was another victim of the “stop and frisk” policy that allows New York police to stop thousands of young people who appear to be “suspicious” without any legal order.
Daniel’s story is real, because although this specific Daniel does not exist, this is the life of thousands of black youth in the U.S., where 1.5 million black children have at least one parent behind bars. This is where it is more likely for a black man to be in jail than to finish college: where one in every nine black men between 20 and 34 years old is in jail; and where from 1960 until the present, more than 1.3 million black men have been in jail at some point in their life, nearly seven times the number of white men.
This is the result of a massive imprisonment policy that has substituted in for the racial segregation policy of the 1960s. Nowadays, there are specific laws, made-up crimes, police strategies and urban policies whose purpose and result is the unfair and massive imprisonment of black individuals.
For several years, especially since Obama’s rise to the presidency, some people have been talking about a post-racial world where class has replaced race as the determinant factor in segregation. The Michael Brown and Trayvon Martin cases remind us that this is nothing more than an illusion. Murders by police, imprisonment and institutional discrimination: Welcome to the new Jim Crow system.
Un negro en Estados Unidos
La vida de Daniel ha estado plagada de abusos. Durante su infancia en uno de lo barrios más pobres del Bronx tuvo que luchar constantemente por sobrevivir los ataques de ira de su padrastro. Su madre ignoraba lo que sucedía, pues no tenía otra alternativa que dejarlo en casa a merced de su nuevo novio. Había que trabajar durante más de doce horas para pagar la renta que los mantenía fuera de la calle.
Todo comenzó cuando la policía detuvo a su padre por segunda vez. El delito, posesión de un gramo de crack. La sentencia, diez años de cárcel. Las consecuencias, inconmensurables. Cuando tenía trece años, Daniel pasaba horas en la calle después de la escuela, su padre estaba en la cárcel y su mamá en el trabajo, nadie ejercía ningún tipo de supervisión sobre él, nadie revisaba sus boletas de calificaciones. A los quince años se unió a una pandilla. Al principio sólo se dedicaban a pasear por la colonia y tomar algunas cervezas, pronto la situación se volvería peligrosa. Una nueva banda rival quería ocupar la misma esquina en la que Daniel y sus amigos solían beber. Pronto todos los chicos de la cuadra tendrían un arma de fuego para protegerse.
Cinco años después, Daniel tiene una sentencia de siete años en la prisión estatal. El delito, portar un arma que nunca usó. Daniel fue una víctima más de la política de “stop and frisk” que permitió a la policía de Nueva York detener a miles de jóvenes que parecían “sospechosos” sin ninguna orden legal.
La historia de Daniel es real, pues aunque este Daniel en específico no existe, ésta es la vida de miles de jóvenes negros en Estados Unidos, donde un millón y medio de niños negros tienen por lo menos a uno de sus padres tras las rejas. Donde es más probable para un negro estar en la cárcel que acabar la universidad. Donde uno de cada nueve hombres negros de entre veinte y 34 años está en la cárcel; donde de 1960 a la fecha más de un millón 300 mil negros han estado durante algún punto de su vida en prisión (casi siete veces más que hombres de raza blanca).
Éste es el resultado de una política de encarcelamiento masivo que vino a sustituir la política de segregación racial de los años sesenta. Hay hoy en día leyes específicas, delitos inventados, estrategias policiacas y políticas urbanas cuyo propósito y resultado es el encarcelamiento injusto y masivo de individuos negros.
Desde hace varios años y en especial desde la llegada de Obama a la presidencia hay quien habla de un mundo post racial donde la clase ha sustituido a la raza como el factor determinante de la segregación. Los casos de Michael Brown y Trayvon Martin nos recuerdan que esto no es más que una ilusión. Asesinatos policiales, encarcelamiento y discriminación institucional: bienvenidos al nuevo sistema de Jim Crow.
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