Ahora que con recientes editoriales del New York Times ha vuelto a salir con cierta resonancia el tema de la injusta y criminal política que Estados Unidos ha mantenido en relación con Cuba, me vienen a la mente las veces que en centenares de programas de radio o televisión de Miami saqué el tema a colación.
En esta ciudad de la Florida ha habido épocas en las que atacar esa agresiva política norteamericana hacia nuestro país ha sido sumamente peligroso: no han faltado los asesinatos, ni los atentados, ni las bombas, como tampoco los piñazos o la cacería de brujas.
Hoy en día la situación ha cambiado considerablemente. Aunque persisten las ofensas y las amenazas, en realidad no pasan de las palabras groseras o de los gritos histéricos de un cada vez más reducido grupo de chiflados que aún deambulan por las calles de esta urbe o conducen programas de radio o televisión.
Miami era el lugar adonde llegaban, y aún llegan algunos, a vociferar en contra de Cuba mientras se tomaban un cafecito o incluso una colada entera con la mano izquierda y con la derecha pasaban el cepillo. Por supuesto que el ¡Viva Cuba Libre! siempre estaba presente a la hora del showcito, y no el famoso trago, sino la consigna a seguir.
No creo equivocarme al decir que fue Ronald Reagan, en su campaña presidencial contra James Carter, el que dio comienzo al desfile de candidatos nacionales a la presidencia del país que han venido a Miami a buscar votos y dinero utilizando la demagogia anticubana. Reagan comenzó con un sandwich cubano en un restaurante de la llamada Pequeña Habana hasta que, hace poco, el Presidente Obama se comió una frita cubana en un establecimiento de la Calle Ocho.
Hasta una fecha muy reciente no había habido ningún candidato de nivel estatal o federal que se proclamara abiertamente en contra del embargo (bloqueo) a Cuba durante su campaña electoral. Son muchos los que en otros estados han hablado con cierta crítica a la política de Estados Unidos contra Cuba, pero hasta ahora, ninguno se había atrevido a hacer esa crítica abiertamente en el sur de la Florida.
En estos momentos, el ex gobernador de este estado y aspirante al mismo cargo en las elecciones de noviembre, Charlie Crist, ha declarado públicamente que se opone a las sanciones contra Cuba. Mr. Crist ahora aspira a la gobernación por el Partido Demócrata, pero cuando fue gobernador, hasta hace cuatro años atrás, era del Partido Republicano y apoyaba la política de embargo, lo mismo que cuando aspiró a senador, al dejar la gobernación del estado, en contra de Marco Rubio. En esas elecciones, Mr. Crist dejó de ser republicano para aspirar como independiente.
Así es que Crist ha sido un candidato republicano, independiente y demócrata en menos de cuatro años, ha apoyado la insensible política de Estados Unidos contra Cuba y ahora la combate. Pero bueno, dejando las posiciones de cambiacasaca de este señor a un lado, hay que reconocer que es el primer político de altura y largo vuelo que se opone a que se siga manteniendo la política absurda, criminal y abusiva de este país en contra de su pequeño —en tamaño territorial— vecino del sur. Por lo tanto, mirando un poco que al futuro y olvidándose del pasado, hay que votar —los que tienen voto y aman a Cuba— por este candidato.
Crist se une a una gran lista de instituciones religiosas, comerciales y periodísticas que en el transcurso del tiempo le han pedido a las diferentes administraciones del Gobierno de Estados Unidos que acaben de levantar las restricciones de viaje y que restablezcan las relaciones comerciales y diplomáticas con Cuba.
Los grandes periódicos lo han pedido, también los consejos de Iglesias, la Cámara de Comercio, gobernadores de diferentes estados de la Unión, congresistas federales, etc. ¿Por qué los diferentes Gobiernos no lo han hecho, por humillar al pueblo cubano, tratando de matarlo de hambre? ¿Por poner a Cuba de rodillas? Cualesquiera que hayan sido las razones, nada han logrado, ni han arrodillado a Cuba, ni han matado de hambre a los cubanos.
Con los editoriales del New York Times o sin ellos, me parece que más temprano que tarde esa política va a ser eliminada. Por ahora, el Presidente Obama tiene la palabra. O se sienta con los dirigentes cubanos de igual a igual y la elimina, o pasará a la historia como otro más que, teniendo la oportunidad de hacerlo, no lo hizo. Por su legado histórico, por la imagen de este país y sobre todo, por mi pueblo cubano, espero que el Presidente Obama opte por lo primero.
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