Islamic State Replaces al-Qaida in Anti-Immigration Discourse in US

<--

Estados Unidos lleva ya cerca de 11 años, con pequeños intervalos, interviniendo militarmente en el Medio Oriente. Ha pasado más de una década desde la campaña declarada en contra de las organizaciones terroristas y de los Gobiernos que las financiaban y apoyaban. Parte de esto ha sido sostenido por la nebulosa existencia de Al Qaeda, que se transformó en un concepto paraguas, retóricamente poderoso.

Este concepto posibilitó recursos y acciones extraordinarias, como la intervención en esta región, pero también las iniciativas domésticas que permitieron fortalecer el gigantesco proyecto de amurallamiento de la frontera con México bajo el patrocinio del Departamento de Seguridad Nacional.

La inseguridad en Medio Oriente y también la percepción de (in)seguridad interna en Estados Unidos están complejizándose en el contexto de nuevas contingencias y desafíos. Ya no se trata de organizaciones terroristas y los Estados del “Eje del Mal” que los auspician, sino de una sola organización, Estado Islámico del Irak y del Levante (EIIL o ISIS por sus siglas en inglés), que intenta, con algún éxito importante, crear un califato.

Al mismo tiempo, la sensación de miedo e inseguridad en la población estadounidense en la última década se ha mantenido muy alto, a pesar de montos astronómicos y medidas extraordinarias orientadas a la seguridad pública.

Los líderes conservadores y políticos Republicanos encontraron una oportunidad y ya han hecho uso político del concepto del Estado Islámico, al igual que del virus del Ébola.

El muro fronterizo erigido en contra del amplio grupo de los Actores Transnacionales Clandestinos —categoría que engloba a los migrantes, traficantes y terroristas— ha sido una de estas medidas en la que se han invertido recursos materiales y humanos cuantiosos.

Sin embargo, esto ha sido en vano. Los huecos en el muro surgen en proporción a los intentos de reforzarlo, y también porque los que pueden causar daño a la seguridad interna llegan a Estados Unidos no a pie, sino en vuelos internacionales.

A tres años de la muerte de Bin Laden, Al Qaeda —por lo menos mediáticamente— ha desparecido del radar. Su fuerza como herramienta retórica también se ha desgastado, porque estos recursos se vencen cuando son aplicados en grandes dosis y logran notoriedad. Pero en el seno de Al Qaeda había crecido lo que ahora conocemos como Estado Islámico y que en ciertos aspectos horrorosos ha logrado superar la imagen temible de la organización que le dio origen. Hoy en día ya ha sustituido a Al Qaeda en los discursos mediáticos de la política y los políticos.

Los líderes conservadores y políticos Republicanos han sido quienes encontraron una ventana de oportunidad y ya han hecho uso político del concepto del Estado Islámico, al igual que del virus del ébola, declarándolos amenazas para la seguridad interna.

Los Republicanos hace tiempo ya llevan advirtiendo la existencia de un complot secreto del EIIL para llegar a EE.UU. a través de la frontera con México: exhortan a que “América despierte”, señalando la porosidad y alta permeabilidad de la frontera sureña. El senador Duncan Hunter incluso afirmó en una entrevista a Fox News que “por lo menos 10 miembros de EIIL han sido capturados mientras cruzaban la frontera de México en Texas”.

Se ha creado un clima favorable para endurecer las políticas migratorias y de la seguridad fronteriza. El discurso securitizador ya está preparando el terreno.

Aunque el Departamento de Seguridad Nacional lo haya desmentido y negado tajantemente la existencia de algún tipo de complot, lo dicho, dicho está. Y la cobertura mediática de la noticia ha puesto en marcha la máquina del miedo que para solo cuando los votantes ven que se ha invertido recursos: cuando se hayan construido muros aún más altos y sellado aún más la frontera. Los políticos que hablan de la amenaza lo hacen teniendo muy en cuenta este factor.

Como resultado, se ha creado un clima favorable para endurecer las políticas migratorias y de la seguridad fronteriza. El discurso securitizador ya está preparando el terreno.

Parafraseando al Demócrata Beto O’Rourke de Texas, en Estados Unidos desde hace mucho tiempo ya ha habido una tendencia de proyectar los miedos y aprehensiones a la frontera.

El EIIL sí es real y temible. Pero suponer que vendrá por la frontera con México parece ser casi una maniobra psicológica para lograr aplacar la incertidumbre y ubicar al enemigo en el algún lugar del mapa. El miedo como recurso político es barato y también eficiente, pero nadie repara en el daño colateral que produce a largo plazo. La confianza y la seguridad se pierden fácilmente y se recuperan con dificultad.

La frontera, sellada como lo está siendo, se convierte en un verdadero monumento a la miopía política y una seguidilla de errores de política doméstica e internacional.

About this publication