Es posible que para cuando esta columna se publique
hoy, tengamos más claridad en torno a las acciones administrativas que
se prevé tomará en estos días el presidente Barack Obama para mitigar
los costos económicos, sociales y humanos que para Estados Unidos
encierra un sistema migratorio disfuncional y roto. Dependiendo del
alcance de sus decisiones, éstas podrían afectar —del universo de cerca
de 12 millones de migrantes indocumentados— entre 2.3 y 5 millones de
personas (la gran mayoría mexicanos) otorgándoles estatus legal y/o
permisos de trabajo y disminuyendo las deportaciones.
En esta misma página he subrayado en columnas anteriores que desde 2006,
tanto Demócratas y Republicanos como el Congreso y la Casa Blanca han
sido culpables —por comisión u omisión— de no haber concretado en 2006,
2007 y 2014 una reforma migratoria integral que saque a millones de
indocumentados de la penumbra y abra paso a mecanismos de movilidad
laboral circular legal y ordenada. También es un hecho que ninguno de
los dos partidos puede lanzar la primera piedra. No obstante, es una
realidad ineludible que los Republicanos son responsables de haber
torpedeado incesantemente el debate a lo largo de 2014. En la vida
política moderna de EU, todas las decisiones importantes para la nación,
tanto en materia de política interna como exterior, han emanado de la
concertación bipartidista en el Congreso. Pero hoy el sistema político
estadounidense está en un atasco estructural profundo e ideológico,
nunca visto antes. En consecuencia, una decisión unilateral del
presidente Obama en este momento encierra secuelas políticas
potencialmente delicadas para la relación entre el Ejecutivo y un
Congreso que a partir de enero estará controlado en su totalidad por los
Republicanos. El rechazo que generará tanto entre una base conservadora
que hoy representa la musculatura de ese partido como por el hecho de
que esta decisión puede arrinconar políticamente a los Republicanos ante
una coalición determinante de votantes jóvenes, liberales,
independientes e hispanos de cara a las elecciones presidenciales de
2016, puede llevar a una ruptura en las relaciones entre la Casa Blanca y
el Congreso por lo que resta de esta Administración. Ante una decisión
unilateral por parte del Presidente, los Republicamos responderán con
una andanada de críticas sobre el supuesto uso anticonstitucional del
poder presidencial (por cierto pasando por alto que los presidentes
Reagan y Bush padre recurrieron en su momento a estas mismas facultades,
precisamente en materia migratoria) y con medidas legislativas
punitivas, incluyendo la opción favorecida por sectores “talibanes” del
partido (aunque rechazada por su liderazgo nacional) de congelar la
autorización del presupuesto de operaciones del gobierno Federal para
2015.
Ante una oposición obstruccionista, el Presidente cometió dos errores
tácticos importantes en el pasado reciente. Primero, pospuso esta acción
administrativa hasta después de las elecciones legislativas en un
intento por blindar electoralmente a los 6 senadores Demócratas con
escaños vulnerables. La decisión no sólo no los salvó, sino que en el
caso de Colorado le pudo haber costado al Presidente y a los Demócratas
el control del Senado, dado que ahí sí el voto hispano, motivado y
movilizado por una decisión presidencial, podría haber hecho la
diferencia. Segundo, porque Obama no puede darse el lujo de volver a
anunciar un ultimátum o plazos (declaró que tomaría decisiones antes de
las elecciones intermedias y ahora que lo hará antes del fin de año) y
no cumplirlos. Ya sea con relación a Siria o en materia migratoria, este
patrón ha sido costoso para la imagen y las percepciones de liderazgo
del Presidente. Por todo lo anterior, no creo que le quede de otra y que
a estas alturas la pregunta que debiera estarse formulando es ¿“y qué
más pierdo”?
Está claro que el reordenamiento migratorio no se va a resolver solo
mediante una acción administrativa del Presidente. Una reforma integral,
eficaz, estructural y de largo aliento, que abone la prosperidad
económica, el bienestar social y la seguridad de EU —y de México, sea
dicho de paso— tendrá que surgir del Congreso y requiere el apoyo
bipartidista en el Capitolio. Sin embargo, en el contexto político
prevaleciente, esa posibilidad hoy está cancelada. Mario Cuomo, el ex
gobernador de Nueva York, apuntó que los políticos hacen campaña con
poesía pero gobiernan en prosa. Para efectos de la agenda del
Presidente, el contexto político estadounidense no puede radicalizarse
más de lo que ya está y es ingenuo pensar que los Republicanos se
sentarán en el corto plazo a aprobar una reforma migratoria integral. Es
momento de que el presidente Obama, uno de los mejores poetas que ha
habido en campaña, acepte que la prosa adusta de tomar decisiones y
riesgos es el único camino de aquí a 2016.
Embajador de México.
@Arturo_ Sarukhan
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