The “Sinatra Doctrine”

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Doctrina Sinatra

El mundo, parece claro, ha dejado de ser unipolar. Los Estados Unidos, en consecuencia, ya no son capaces de influir decisivamente a lo largo y ancho del escenario internacional, incluyendo en aquellos temas que le preocupan. Quizás por ello, tanto China como Rusia, pretenden ahora insistir con la noción de que ambos tienen un derecho especial a una suerte de monopolio en el manejo de sus respectivas “zonas de influencia” geográficas. Esto es, en sus respectivos “vecindarios”. En lo que algunos llaman los respectivos “patios traseros”.

Donde nada significativo -en términos geopolíticos- debiera poder suceder “a espaldas” de esas dos potencias.

Reclaman así una suerte de derecho de veto en materia de política exterior, a la manera de la ya perimida “Doctrina Monroe” que naciera allá por 1823 y que el propio actual secretario de Estado norteamericano considera muerta. Por aquello de las “zonas de influencia” la oposición de la Federación Rusa a que, de pronto, Ucrania acceda a la OTAN. Lo que, para ella, supone una suerte de intolerable “cambio de rebaño”. Aunque la OTAN en contrapartida sea -para los ucranianos- un ancla en la defensa de su libertad.

China y Rusia se manejan, ambas, con el referido parámetro de las “zonas de influencia”. Cada vez más. Por ello su terminante rechazo a la presencia militar norteamericana, así como de la OTAN dentro o cerca de esas “zonas de influencia”.

En este sentido, ahora se preparan para enviar un mensaje a Occidente al anunciar que, el año próximo, realizarán maniobras navales conjuntas en el Mar Mediterráneo. Por primera vez en la historia. Lo que conlleva un anuncio claro: si los Estados Unidos o la OTAN tienen presencia militar en nuestras “zonas de influencia”, China y Rusia se sienten en total libertad para aparecer militarmente hasta en el propio Mar Mediterráneo.

Con el criterio de las “zonas de influencia” como dogma de su evangelio particular, Rusia está fogoneando la creación de una nueva zona económica, la que algunos denominan como “Unión Euroasiática”. Con la dimensión que alguna vez tuviera la difunta Unión Soviética. Y convoca a China a pertenecer a ella.

Hay, además, un reciente cambio de discurso -y de actitud- en China y Rusia. Los argumentos utilizados ahora no son sólo económicos. Son más bien geopolíticos. Y, cada vez más, están vinculados con la siempre delicada cuestión de la paz y seguridad internacionales. Obviamente, tienen alto impacto en las diversas disputas de soberanía en el mar que aún permanecen abiertas, así como en materia de jurisdicción aérea. Particularmente en el caso chino.

Los Estados Unidos, por su parte, rechazan la teoría de las “zonas de influencia”. Cada país, sostienen, tiene derecho a elegir libremente sus propias alianzas. Con absoluta independencia de las potencias regionales. Porque lo contrario sería aceptar que las potencias regionales tienen una suerte de “derecho de veto” en materia de política exterior sobre los Estados intermedios o pequeños de su región, lo que sería una limitación inaceptable a su soberanía.

Como consecuencia de ello, aquellos países asiáticos que, desconfiando de China, procuran obtener el apoyo militar norteamericano, están en su derecho de hacerlo. Japón, Vietnam y Filipinas son ejemplos actuales de esta situación. También lo es la presencia militar de los Estados Unidos en Japón, Corea del Sur, Bahrain o Qatar. Y la de la OTAN a lo largo y ancho de la Vieja Europa. Lo que incomoda visiblemente a China y a la Federación Rusa.

Algo parecido parece suceder en nuestra propia América latina con los cada vez más intensos lazos militares que unen a países como Venezuela o Nicaragua con la Federación Rusa. Que no han generado hasta ahora reacciones duras, ni airadas, por parte de los norteamericanos.

Por esto, los rusos sostienen que los norteamericanos propugnan en rigor lo que ellos llaman la “Doctrina Sinatra”. Recordando así la conocida canción: “A mi manera”, que Frank Sinatra inmortalizara. La inusual -pero picante y burlona- definición, traducida al lenguaje usual, quiere decir que para los Estados Unidos cada estado es dueño de elegir, con toda libertad, los aliados o coaliciones que de pronto quiera tener. Con absoluta independencia de las pretensiones que al respecto puedan, o no, tener las respectivas potencias regionales.

Esto no es nuevo. Es simplemente insistir nada menos que en el principio básico de la “igualdad soberana de todos los Estados”, que es nada menos que el cimiento existencial mismo de la comunidad internacional que, por lo demás, ha sido reconocido expresamente por la propia Carta de las Naciones Unidas, en su artículo 2.1. No es poco.

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