Dirty War

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Guerra sucia

Estados Unidos, convertido en centinela de los derechos humanos, afronta hoy el escarnio de un informe del Comité de Inteligencia del Senado que revela que la Agencia Central de Inteligencia incurrió en métodos brutales de tortura contra sospechosos de terrorismo entre 2001 y 2009.

El presidente Barack Obama admite que esas técnicas de interrogatorios, que incluían ahogamiento simulado a los detenidos, causaron un daño significativo a la imagen de Estados Unidos, aunque el bando republicano considera que los agentes que incurrieron en esas torturas deben ser condecorados.

Sólo 524 páginas fueron puestas a disposición del público, de las más de seis mil que conforma el informe, en el que se comprueba que los interrogatorios de la CIA, así como las condiciones de confinamiento a los reclusos fueron peores a lo informado al entonces presidente George W. Bush.

Entre los métodos de torturas empleados en esos interrogatorios que se prolongaban por semanas, figuran el “waterboarding”, que consiste en asfixia simulada por agua; la privación del sueño, violencia sexual, golpear contra un muro al detenido y la amenaza de muerte.

Aunque se aplicaron después del atentado terrorista contra las Torres Gemelas y el Pentágono, esos crueles procedimientos para obtener confesiones no deberían ser defendidos ni justificados como lo hacen hoy exfuncionarios de la administración del presidente Bush.

En el informe se señala que en algunos casos, las técnicas de tortura eran tan duras que el personal encargado de aplicarlas solicitó su suspensión, pero el alto mando de la CIA ordenó continuarlas, como el método de “hidratación rectal”, con el que se lograba la total humillación del detenido.

En ese informe, cuya redacción costó 40 millones de dólares, se hace constar que los brutales métodos de tortura empleados por la CIA contra sospechosos de participar en los atentados del 9/11 no lograron los objetivos de identificar y apresar a los culpables ni de prevenir nuevos ataques. El único objetivo alcanzado fue el de manchar la imagen de Estados Unidos.

Ante el desvelamiento de tales atrocidades, el presidente Obama ha hecho un ejercicio de autocrítica, que el mundo civilizado espera que sea el comienzo del fin de un tipo de guerra sucia que ha envilecido a quienes la promueven e impulsan.

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