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Esperanza

Terminar con el embargo no le va a mover la aguja a los Estados Unidos. Sin embargo para el pueblo cubano es crucial

Cada uno recuerda para siempre el lugar exacto donde recibe una noticia estremecedora, como un golpe de Estado, el triunfo o derrota de una guerra o una revolución, un acto terrorista o el nombramiento de un nuevo papa.

Yo estaba atareada recién arribada al Uruguay, cuando sonó mi celular. La voz de una querida amiga, periodista de raza, me gritaba desaforada sin siquiera saludarme: “¡Prendé la televisión, están levantando el embargo a Cuba, está hablando Obama!”

Un frío me corrió por el cuerpo, una conmoción como pocas veces he sentido, ganas de llorar y de saltar, incredulidad y desconcierto. Puse la televisión y allí estaba Barack Obama anunciando restablecimiento de relaciones y el futuro levantamiento del embargo.

Me fui de Cuba a los 9 años, en marzo de 1960 de la mano de mi madre. Mi padre se había ido dos días antes y nos reencontramos todos en Miami para después dividirnos como familia. Mis padres y yo a la Argentina , mis hermanos al colegio pupilos en USA. Desde entonces mi lugar es la Argentina; mi paraíso perdido, Cuba.

Mi primer regreso a la isla fue en el año 1984, un sueño imposible que se materializó gracias a muchas coincidencias. Volví a mi tierra y a mi casa natal después de 24 años de exilio. Han pasado muchos más y juro que ninguna emoción vivida se compara con aquella. Luego hice dos viajes más a Cuba, uno 12 años después del primero y el último hace tres años. Desde aquel primer viaje, me convencí que el embargo o bloqueo funcionaba solo como excusa porque en Cuba, para los que tenían dólares o pasaporte diplomático o cargos en el gobierno, estaban las “diplotiendas” de privilegio y para el pueblo, pura libreta de racionamiento.

Con el correr de los años vimos los cambios del peso cubano, el dólar de legal a clandestino y viceversa, el CUC , los pequeños emprendimientos permitidos y prohibidos alternativamente según el capricho o el control del gobierno, pero siempre como en aquel primer viaje, hubo acceso a determinados productos de marcas, todo triangulado vía México, Canadá o Europa, a precios de locura para el cubano común y a la venta para los acomodados, diplomáticos, jerarcas del gobierno o felices poseedores de divisas. Es decir, el bloqueo era una farsa completa. Pero permanecía intacto en el discurso revolucionario y en el corazón de cada cubano adoctrinado: el embargo era el monstruo depredador culpable de su magro bolsillo.

En cada viaje pude palpar lo que se había logrado imponer de verdad: el aislamiento y la desinformación.

En esos años la máxima ambición de una familia era poseer para cada miembro un par de blue jeans y dos pares de zapatillas, no incluidos en la libreta de racionamiento.

Conceptos como la libertad a la hora de elegir carrera, trabajo, vivienda en aquellos años era para los cubanos hablar de Marte. En el 96, finales del “período especial”, Cuba estaba aún muchísimo peor que en el 84 y seguían ignorando todo sobre el mundo, repitiendo en los colegios sus viejas consignas revolucionarias y agradeciendo a Fidel por ser el valiente David ante Goliat.

Desde entonces, he rogado que Estados Unidos levantara el embargo, a cualquier precio. Nada podía resultar más desventajoso que el odio hacia el “imperialismo yankee” absorbido generación tras generación.

Más analizo mis viajes a Cuba y más convencida estoy del daño irreparable que el bloqueo o embargo (sé que no son los mismo pero ninguno de los dos se llevó a la práctica real) causó en el corazón de la gente. Nada une tanto a un pueblo como un enemigo en común.

El bloqueo es y ha sido una gran mentira que hay que dejar al descubierto de una buena vez. ¿Acaso no van remesas y remesas de dinero que han salvado a miles de familiares en Cuba de la hambruna? ¿Y eso está mal? ¿O hubiéramos preferido acaso, en pos de defender el bloqueo a rajatabla, que los cubanos de la isla terminaran comiéndose las raíces de los árboles como sucedió en China?

Terminar con el embargo, aunque sea unilateralmente, no le va a mover la aguja a los Estados Unidos. Sin embargo para el pueblo cubano es crucial. Mostrarle que los Estados Unidos están dispuestos a todo a cambio de poco o nada, e ir luego moviendo las piezas, es un principio. Tratar de empezar a borrar el odio, lo que llevará generaciones. Pero algún día hay que empezar.

Coincidimos en que Cuba vive bajo un régimen totalitario, injusto e ineficiente, y que queremos mejorar la situación del pueblo. ¿No es suficiente esto para estar unidos en el exilio?

“Se ha movido una ficha en un juego que estaba trabado”, me dijo por teléfono alguien desde Cuba. “Estoy escéptico, agregó, pero a lo mejor algo cambia y un a lo mejor es más de lo que teníamos hace diez días”.

No sé cómo pedirle a los cubanos de la diáspora que se permitan sentir y contagiar un poco de esperanza..

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