The Greatest Spectacle in American Sports

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La familia de Chris Smith, que trabaja como reparador de cristales en un taller de coches en Seattle, considera perfectamente normal conducir los más de 2.000 kilómetros que separa su ciudad de Phoenix, Arizona, para acudir a un partido de fútbol americano para el que no tienen entradas. Han venido un grupo de 20. Chris ha conducido 24 horas con su esposa y sus dos hijas en una caravana. La pequeña, Ashley, se pierde tres días de colegio. “Esperamos encontrar entradas de alguna manera”, decían, todos vestidos con sudaderas de los Seattle Seahawks, el viernes por la noche en el centro de Phoenix.

Los Seahawks juegan el domingo contra los New England Patriots la 49 edición de la Super Bowl, la final de la liga de fútbol americano (NFL), y el evento deportivo más importante del año en Estados Unidos, a mucha distancia de cualquier otro. Pocos espectáculos son capaces de mover familias enteras como la de Smith (que ya viajó el año pasado a la final de Nueva York). Phoenix espera alrededor de 150.000 visitantes de fuera del Estado, con los precios de los hoteles disparados. Phoenix, que suele ofrecer una temperatura ideal en enero, ha recibido el circo con lluvia y frío.

Sobre el campo, la estrella se llama Tom Brady. El quarterback (director de juego) de los Patriots es el único que ha llevado a su equipo a seis Super Bowls. Si gana este domingo, será el tercer quarterback en la historia en lograr cuatro títulos. El entrenador, Bill Bellichick, sería el segundo en la historia en llegar a esa cifra. Los Seahawks y su quarterback, Russel Wilson, aspiran a su segundo título consecutivo. El año pasado destrozaron a los Denver Broncos (43-8) en la que fue no solo una de las mayores victorias en una Super Bowl, sino el programa de televisión con más audiencia en la historia de Estados Unidos: 111,5 millones de espectadores. Si ganan, serán el primer equipo en una década que consigue repetir victoria. Los últimos fueron precisamente los Patriots. Ambos equipos basan su éxito en una potente defensa. No se tienen ninguna simpatía, lo que ha contribuido al dramatismo de esta edición.

Las cifras no admiten comparación con otro evento que no sea la final de la Copa del Mundo. A diferencia de que la Super Bowl se juega todos los años. En audiencia, la cadena NBC apuesta por superar el récord del año pasado con emisiones en 170 países. El impacto económico en la ciudad superará los 500 millones de dólares, según estimaciones del comité organizador. 72.000 espectadores en el estadio de la Universidad de Phoenix con los precios más caros de toda la historia de este deporte. El jueves se pagaban 9.000 dólares por las últimas entradas de las pocas que llegan a la taquilla, según la cadena ESPN. El precio del espacio de publicidad también es el más caro pagado nunca, con 4,5 millones de dólares por 30 segundos. Alrededor de un millón de personas pasarán en algún momento por el Super Bowl Central, una enorme feria comercial alrededor del partido que ocupa cuatro manzanas del centro de la ciudad donde los patrocinadores del evento ofrecen actividades y conciertos gratuitos mientras entierran a los visitantes en mercadotecnia.

El evento ha coincidido además con la Pro Bowl, el partido de las estrellas, que se jugó aquí la semana pasada. Este viernes también se celebraba en Phoenix el Waste Management Open de golf, uno de los torneos con más espectadores del mundo, hasta 600.000 en el campo según los organizadores. El viernes los alrededores del open de golf eran un mar de coches aparcados en el barro.

Los aficionados de Seattle, cantaban el viernes “¡Sea-hawks!”” a gritos donde se lo pedía el cuerpo por las calles de Phoenix. Pero alguno adelantaba algo que se oirá en el estadio el domingo: “¡De-flate!”. Los Patriots llegan a esta final envueltos en un olor extraño, después de que la liga revelara que había encontrado pruebas de que 11 balones utilizados en el último partido de clasificación contra los Indianapolis Colts estaban algo deshinchados. Un balón un poco blando favorece el control en la mano del quarterback, así como la recepción del pase. La NFL descubrió el escándalo apenas a dos semanas de la Super Bowl, pero se ha ahorrado la sanción que algunos pedían, descalificar a los Patriots. La investigación sigue su curso. El equipo se ha desvinculado por completo del asunto, pero no está claro que ni siquiera una victoria en la Super Bowl les libere de la sospecha.

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