State of the Union

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Una vez más, el presidente de Estados Unidos presentó ante el Congreso El estado de la nación. A diferencia de los cinco años anteriores, el Congreso está integrado por una mayoría de legisladores pertenecientes al Partido Republicano en ambas cámaras. Al presidente no parece haberle afectado esa nueva correlación de fuerzas, y en su discurso prescindió del tono conciliador que lo caracterizaba. En referencia, algunos legisladores republicanos dijeron que el presidente no se ha hecho cargo de esa nueva situación. Más bien, lo que se advirtió en su discurso es que parece haberse liberado de una pesada carga que lo llevaba a sacrificar lo esencial de su agenda, en aras de un consenso nunca logrado con los republicanos.

Cuestionó abiertamente la política conservadora de los republicanos en su afán por obstaculizar las decisiones de su gobierno, y la contrastó con los resultados logrados. En la parte medular de su discurso se refirió al crecimiento económico del país en los cinco años recientes, que cristalizó en los impresionantes resultados del último trimestre; el nivel de desempleo bajó a 5.6 por ciento, después de más de 10 por ciento, en 2008, cuando él llegó a la presidencia.

Igual que en el año anterior, insistió en lo limitado de los alcances de ese crecimiento, tomando en consideración que una de sus características es la concentración de la riqueza y el incremento de la desigualdad. Por ello, dijo, el impuesto a las clases medias y a la clase trabajadora se debe reducir mediante un dramático incremento a los gravámenes provenientes de las ganancias del capital, de 20 a 28 por ciento, y la eliminación de las innumerables formas contables y legales (loopholes) de evitar el pago de esos impuestos. Durante años los republicanos han insistido en que quienes más ganan no deben pagar una tasa más alta de impuestos que quienes ganan menos.

Ese será nuevamente uno de los puntos más contenciosos entre el presidente y la nueva mayoría republicana, incluidos algunos legisladores de su partido estrechamente ligados a Wall Street. Lo más curioso es que el tema del aumento de la desigualdad y la pobreza ha sido una bandera liberal, pero últimamente los conservadores la han enarbolado. Su equívoco es la pretensión de reducir el déficit a costa del gasto social que beneficia a los más pobres.

Sin duda, lo más importante en el discurso de Obama es que sentó las bases para la discusión esencial en los años por venir, incluida la campaña para la presidencia en 2016: el problema de la desigualdad y la pobreza. En este sentido fue un aguijón en torno a un tema que siempre ha incomodado a los conservadores, quienes carecen de los instrumentos para dar una respuesta a esa problemática, sin antes cambiar de raíz su concepción ideológica.

A fin de cuentas, después de la caída del Muro de Berlín ha quedado demostrado que es una discusión que carece de sentido si no desemboca en la solución de ese precepto fundamental de la convivencia humana: la distribución equitativa de la riqueza que produce la sociedad en su conjunto.

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