The Hypocrisy of the United States

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Pocos regímenes son más tiránicos que el de Arabia Saudita. En el país árabe, la religión no sólo hace al derecho (aplican la ley islámica), sino que se reprime violentamente los derechos humanos más básicos. Muchos “delitos” como la blasfemia o el adulterio son reprimidos públicamente y con castigos extremadamente absurdos. Basta mencionar el caso de Raif Badawi, blogger que fue condenado a 10 años de prisión y mil azotes por tener la “osadía” de criticar a altos clérigos saudíes o el de las 19 personas que –el mismo mes que el mundo se horrorizó por la decapitación de James Fooley por parte de ISIS- fueron decapitadas por delitos que incluyen cosas tales como “hechicería”.

Uno podría imaginar que con todos estos antecedentes, los gobiernos de los países occidentales sientan un fuerte rechazo por la monarquía de Arabia Saudita, ya que ¿no es el bloque occidental el que condena enfáticamente las violaciones de los derechos humanos en el mundo?, ¿no fueron acaso los líderes de Occidente los que rechazaron de forma contundente la masacre de Charlie Hebdo y salieron a marchar en París?

Sin embargo, la verdad es que Occidente es sumamente condescendiente con los abusos de una de las pocas monarquías absolutas que queda en el mundo. De hecho, el gobierno de los Estados Unidos –sí, el mismo que lideró una cruzada contra Rusia por invadir Crimea (Ucrania) y ha criticado sistemáticamente a las tiranías latinoamericanas como la de Cuba o Venezuela- es aliado del régimen saudí. Por más que suene increíble, la Casa Blanca y el Pentágono han llorado la muerte del rey Abdullah Bin Abdul-Aziz a través de comunicados oficiales.

Pero, ¿qué es lo que hace que un gobierno que supuestamente está en favor de la “democratización” del mundo calle ante los crímenes de una dictadura que abusa constantemente de los derechos humanos? Pues muy simple: los intereses geopolíticos. Si alguna vez el gobierno estadounidense ha afirmado que lucha por la libertad en el mundo no nos está diciendo la verdad, al menos no del todo. Los Estados Unidos eligen con detenimiento a qué regímenes criticar y a cuales no, todo dependiendo de lo que les resulte más conveniente en el momento, sin importar lo autoritarios que sean.

Si alguno cree que estamos exagerando puede comparar las declaraciones oficiales de Obama tras las muerte de Chávez y la de Abdullah. Mientras que cuando murió el dictador venezolano, Obama dijo que “los Estados Unidos reafirman su apoyo al pueblo venezolano” y señaló que su gobierno permanece “comprometido con los principios democráticos”, cuando murió el rey saudí no sólo escribió una declaración tres veces más larga hablando de su “coraje” y “calidez”, sino que dijo que los esfuerzos del monarca por lograr la paz en la región “sobrevivirán como una contribución duradera”. Peor aún, lo único que dijo sobre el trato que el rey les daba a sus ciudadanos fue que “se dedicó a la educación”. Una verdadera vergüenza teniendo en cuenta a todas las personas inocentes que son azotadas o decapitadas por ejercer su libertad.

Los Estados Unidos desde hace tiempo tienen una política exterior que, siendo amables, podríamos calificar de “conveniente”. Cuando una dictadura está en contra de sus intereses, la Casa Blanca se convierte en un paladín de la libertad, pero cuando no, callan sin ningún reparo. En estos momentos, de hecho, el Departamento de Defensa está impulsando un concurso de ensayos para honrar la memoria de Abdullah. ¿Qué hay de todas las víctimas de la tiranía? Pues ellas no importan, el rey era un aliado.

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