Affluenza: The ‘Disease’ that Only Affects Rich People

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Una persona que de manera irresponsable conduce un vehículo a una velocidad extrema en un área transitada. El impacto y el deceso inmediato de peatones inocentes que se transforman en víctimas. Sueños y vidas frustradas en un segundo.

En momentos en los cuales la polémica sobre la responsabilidad directa en accidentes de tránsito mortales sacude la agenda de los medios en nuestro país, la resolución de una tragedia automovilística causada por un adolescente adinerado en los EE.UU. podría sentar un peligroso precedente y merece ser analizada y discutida por su naturaleza social e interpretación parcial de un tema tan sensible y actual.

El acontecimiento al que hacemos mención ocurrió en Texas, EE.UU., en junio de 2013. Ethan Couch, un adolescente de 16 años miembro de una de las familias más acaudaladas e influyentes de ese estado, atropelló y mató a cuatro personas y lesionó a otras nueve (uno de los cuales quedó caudripléjico).

Ethan manejaba a 110 kilómetros por hora en una calle cuya velocidad máxima permitida es de 65, y sus pruebas de sangre dieron un porcentaje de alcohol tres veces superior a lo que en Texas se considera índice de embriaguez. Había, también, indicios de Valium que, al mezclarse con alcohol, potencia la sensación de embriaguez y disminuye aún más los reflejos al causar somnolencia.

Hasta aquí, un triste caso más que deriva en muertes evitables. Pero lo verdaderamente curioso de todo esto fue que el acusado fue sentenciado a 10 años de arresto domiciliario y libertad bajo palabra gracias a los argumentos presentados por su abogado, que involucran temas “de clase” que podrían sentar una peligrosa jurisprudencia: según el letrado, Ethan Couch llevó a cabo el citado acto bajo los efectos de la affluenza, una nueva enfermedad social que afectaría a la gente pudiente y que merece un análisis detallado que llevaremos a cabo a continuación.

¿QUE ES LA AFFLUENZA Y COMO APARECE EN UN CASO JUDICIAL?

La palabra affluenza fue introducida por primera vez por la psicóloga Jessie O´Neill, nieta de un presidente de la automotriz General Motors, que publicó un libro en 1998 llamado “El Ghetto dorado: la psicología de la afluencia”.

El término affluenza es un neologismo que sale de combinar las palabras “influenza” (que significa “gripe” en inglés e italiano) con “affluent” (que significa acaudalado o rico).

De tal manera, el significado de affluenza vendría a ser algo así como “la gripe de los ricos” o directamente “la enfermedad de los ricos”.

Esta patología se caracteriza por un accionar sin valores, ausencia de sentimiento de culpa y una falta total de empatía manifestada por algunas personas gracias a su ambición desmedida, generalmente de estatus social muy alto.

Para entender mejor sus características se debe tener en cuenta que lo contrario a la insatisfacción es la no-insatisfacción. Por ejemplo, ganar un sueldo que consideramos bajo es una causa de insatisfacción, pero la solución de ese tema (por ejemplo vía un aumento o cambio de trabajo) no incrementa los niveles de satisfacción sino que, con suerte, disminuye la insatisfacción percibida. De la misma manera, lo contrario a la satisfacción es la no-satisfacción. Por ejemplo, si se crean fuertes expectativas de algo o de alguien que luego no se cumplen, la sensación que queda no es de menor satisfacción sino directamente de no satisfacción.

Dicho esto, la affluenza podría ser considerada como una insatisfacción permanente, que mejora temporalmente cuando se compran bienes o se disfrutan otros privilegios derivados de status pero que luego vuelve a empeorar hasta los niveles de insatisfacción previos.

Esta “enfermedad”, según el abogado texano Scott Brown (quien defendió a Ethan), se contagia de padres a hijos e impide a estos últimos tener una noción clara de la gravedad de sus actos.

Para sustentar sus argumentos, la defensa citó en el juzgado a diversos testigos cercanos a la familia que testimoniaron que el conductor imprudente tenía un estilo de vida acomodado en donde no había consecuencias por su mala conducta y que gozaba de libertades que ninguna persona joven debería tener.

El juez Jean Boyd, de la corte juvenil de Forth Worth, Texas, “compró” todos estos argumentos y dejó prácticamente en libertad a Ethan Couch, que paso de estar en el banquillo de los acusados a convertirse en una víctima de manera rápida y misteriosa.

CONCLUSIÓN

En una columna publicada semanas atrás llamada “Comportamientos egoístas de gente adinerada” hemos debatido sobre diversos estudios que muestran como la insensibilidad hacia el prójimo puede crecer a medida que se escala la pirámide social; pero de ahí a que esta situación justifique hechos aberrantes como el descripto parece haber un mundo de diferencia.

Siguiendo el hilo argumental del caso citado, se podría decir que existen muchas más personas que comenten delitos y se encuentran condicionadas por el entorno familiar en el cual deben crecer, como ser aquellos que nacen en familias marginadas y gravemente perturbadas, con padres alcohólicos o abusadores y que terminan robando.

No se trata aquí de convertirse en “garantista” sino más bien de exigir que la justicia se lleve a cabo de manera imparcial sin favorecer con argumentos extravagantes a aquellos que poseen mayores recursos materiales para contratar abogados más “creativos” a la hora de presentar los argumentos del acusado.

Mi experiencia en el tema me dice que nuestra relación con el dinero (o la de las nuestras familias, en caso de ser menores de edad) puede ser usada para explicar una parte importante de nuestros comportamientos. Pero cuando los mismos involucran aspectos que ponen en riesgo la vida de terceros, el enfoque no debe ser el mismo.

El riesgo aquí es que la affluenza sea usado luego como argumento para eximir a personas acaudaladas de cumplir el castigo que su accionar merece en función del sufrimiento y dolor que causan en la vida de otras personas.

Esperemos que, por una vez, el sentido común y una mayor conciencia social lo impidan..

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