Obama, el magnánimo
Mejor hubiese sido que nuestros viejos maestros no hubieran limitado sus cátedras ochenteras relacionadas con la “autodeterminación de los pueblos”, la “no injerencia de otros países en las decisiones soberanas”, e incluyeran en sus conferencias los detalles de una política expansionista de la que fuimos víctimas. Somos víctimas. Y ojalá dejemos de ser víctimas.
La doctrina Monroe (1823), por ejemplo, resumida en “América Latina se considera esfera de influencia para Estados Unidos”; una definición de la política exterior norteamericana considerando que “cualquier intervención de los estados europeos en América sería visto como un acto de agresión que requeriría la intervención de Estados Unidos”.
Tan en serio se la tomó los Estados Unidos, que revisando la historia resumida de este continente se han encontrado algunos hitos: “Ocupación de las Islas Malvinas por parte de Gran Bretaña, en 1833; bloqueo de barcos franceses a los puertos argentinos, entre 1839 y 1840; bloqueo anglo-francés del Río de la Plata, de 1845 a 1850; invasión española a República Dominicana, entre 1861 y 1865; intervención francesa en México, entre 1862 y 1865; ocupación inglesa de la costa de Nicaragua y ocupación de la Guayana Esequiba, por Inglaterra en 1855”.
Toda una campaña –de “defensa” de los intereses de aquella esfera de influencia– a la que paradójicamente se sumaron los propios norteamericanos en otra esfera de interés desmedido: América Latina y el mundo para los norteamericanos. Por ejemplo:
1846: Estados Unidos obliga militarmente a México a ceder parte de su territorio, incluido Texas y California. 1898: Estados Unidos invade Cuba ocupada por España, que termina por cederles Puerto Rico, Guam, Filipinas y Hawái. 1901: Cuba es “persuadida” a arrendar a perpetuidad la Base Naval de Guantánamo. 1903: Estados Unidos “estimula” la segregación panameña de Colombia y adquiere derechos sobre el Canal de Panamá; un año después se incluye en la Constitución Panameña un apartado que permite la intervención militar norteamericana “cuando Washington lo crea necesario”; hasta 1918 invadieron cinco veces Panamá. 1915: marines ocupan Haití y establecen un protectorado hasta 1934. En 1926: Estados Unidos crea en Nicaragua una Guardia Nacional; Augusto César Sandino crea un ejército popular y responde: “Yo quiero patria libre o morir”. 1946: Estados Unidos abre en Panamá la Escuela de las Américas. 1961: mercenarios invaden Cuba por Bahía de Cochinos, pero son derrotados; la CIA apoya un golpe contra el presidente ecuatoriano José María Velasco Ibarra, “quien se había demostrado demasiado amistoso con Cuba”.
1967: Boinas Verdes en Bolivia para asesinar a Ernesto Guevara. En 1971, The Washington Post confirma que la CIA intentó varias veces asesinar a Fidel Castro. 1973: Estados Unidos apoya a los militares a tomar el poder en Uruguay, mientras que en Chile un golpe de Estado organizado por Estados Unidos derroca al gobierno electo del presidente Salvador Allende; instalan a Augusto Pinochet en el poder.
¿Fue todo? No, no me queda más espacio. Por eso indigna la posición norteamericana contra Venezuela, al calificarla como “amenaza” para su seguridad nacional; y además estamos obligados a negarnos a las lecciones del magnánimo Obama sobre libertad de expresión.
Mejor que le pregunte a Edward Snowden. A él sí le creo.
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