Resulta ahora que la muerte de Bin Laden en una operación heroica de los Navy Seal es mentira. Lo cuenta, en la London Review of Books, Seymour Hersh, afamado periodista estadounidense, ganador del Premio Pulitzer.
Según Hersh, Osama vivía prisionero del Servicio de Inteligencia de Paquistán desde 2006, en una casa con barrotes y alambradas. Estaba, además, muy enfermo e inválido.
No hubo operativo ‘james-bond’ de espionaje. EE.UU. fue informado en 2010 por un desertor paquistaní, que quería la recompensa ofrecida de 25 millones de dólares.
No hubo ningún asalto tipo ‘Misión Imposible’. EE.UU. coordinó con Paquistán la entrada a la casa, de donde previamente habían sido retirados los guardas paquistaníes. Agentes paquistaníes llevaron al comando estadounidense al cuarto de Osama.
Osama fue simplemente ejecutado. Así lo habían exigido Paquistán y Arabia Saudita, pues Bin Laden no podía salir vivo y contar sus nexos con paquistaníes y sauditas.
En Alemania, el diario Bild am Sonntag, confirma a Hersh con otro dato. El servicio secreto alemán había informado a EE.UU. que Osama vivía prisionero en Paquistán.
Largo es el historial de mentiras de Washington. Falso fue el incidente de Tonkín, usado para la guerra contra Vietnam, en 1964. Falsos los campos de muerte para la agresión contra Yugoslavia en 1999. Falsas las armas de destrucción masiva en Iraq.
El espionaje francés se quejó hace poco: EE.UU. falseaba datos sobre Ucrania para presionar más guerra en Ucrania. Una joya de veracidad, los EE.UU.
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