Historic Resumption of Diplomatic Relations Between the United States and Cuba

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Aunque el apretón de manos entre Bush padre y Gorbachov de 1989 sirvió para enterrar la Guerra Fría, todavía quedan vestigios de aquel periodo en el que el planeta quedó dividido en dos grandes bloques. Pero el de ayer fue uno de esos días que se merecen sin exageración el adjetivo de histórico porque se puso punto y final al más simbólico y trascendente de esos vestigios: la ruptura de relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba, que ha durado casi cinco décadas y media. Los dos países anunciaron la inminente reapertura de embajadas y el restablecimiento de relaciones políticas plenas a partir del 20 de julio. “No tenemos que ser prisioneros del pasado. Cuando algo no funciona, podemos y debemos cambiarlo”, declaró Obama. La decisión culmina un largo y complejo proceso de negociación entre Washington y La Habana que dio sus frutos el pasado diciembre cuando el presidente estadounidense anunció el deshielo con la isla.

El acercamiento es una gran noticia, cuyas consecuencias beneficiarán tanto a ambos países como a toda la comunidad internacional, ya que la situación actual representaba una anomalía y un problema enquistado que durante décadas ha enturbiado a todo el continente americano y también a las relaciones entre Europa y el otro lado del Atlántico. El deshielo fue impulsado directamente por Obama, que en su último Debate sobre la Unión dejó claro que las dos obsesiones de su legado en política internacional son Cuba e Irán. Resultará, sin duda, muy positivo en terrenos como el económico o el de la cooperación en Seguridad y lucha contra el narcotráfico, y tendrá incidencia para las relaciones entre los cubanos exiliados en EEUU y sus familiares en la isla. Aunque Castro recalcó ayer que la normalización total no se producirá mientras siga el embargo o EEUU no devuelva los terrenos donde se asienta la base de Guantánamo.

Con todo, no se entendería que la Casa Blanca diera este paso sin ejercer a cambio toda la presión para que la dictadura castrista inicie una verdadera transición democrática y empiece por respetar los derechos humanos, duramente pisoteados. De hecho, desde que delegaciones de Washington y La Habana comenzaron las negociaciones formales, el castrismo ha endurecido la represión contra la disidencia, incrementando las detenciones arbitrarias y el hostigamiento a la oposición. Grupos del exilio en Miami alertaban en junio de que el “dramático incremento represivo” era consecuencia de la sensación de «impunidad» del castrismo ante el avance de relaciones con EEUU. Y el propio Departamento de Estado destacaba en su reciente informe anual sobre derechos humanos la violación sistemática de los mismos por parte de La Habana desde el inicio de las negociaciones. Así las cosas, se comprende en parte el fuerte rechazo de los republicanos al acercamiento de su país a la isla.

La decisión semanas atrás de la Casa Blanca de retirar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo fue otro gesto importante. Y Obama quiere terminar con el embargo, que no sólo se ha demostrado injusto e ineficaz, sino que ha servido como coartada propagandística a los Castro todas estas décadas para enmascarar su fracaso económico, que ha condenado a los cubanos a la miseria. No olvidemos que el régimen sólo ha podido sobrevivir gracias a la ayuda de aliados extranjeros, la URSS en su día y más recientemente la Venezuela chavista. Cuba está inmersa ahora en un aperturismo en lo económico sin abrir un ápice la mano en materia de libertades, con el régimen comunista chino como modelo. Una pretensión intolerable de la dictadura por perpetuarse que hará, desde luego, muy complicada la nueva etapa de relaciones con su vecino.

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