El proceso
Pascual Gaviria
Estados Unidos no necesita una prisión extranjera, un limbo jurídico y unos sospechosos de terrorismo con los ojos desorbitados para imponer penas sin pruebas y torturas sin límites.
La cárcel de Guantánamo puede funcionar muy cerca de la corte de Nueva York. Los rigores judiciales y penitenciaros se ejercen en su propia casa, a sus ciudadanos y bajo uno el amparo constitucional que predica la libertad. En ocasiones las patrullas de policía, los juzgados menores y las celdas son rincones a los que no llegan ni el derecho ni la lógica ni la compasión.
Para Kalief Browder todo comenzó cuando fue señalado desde la ventana de una patrulla de policía por un hombre que lo acusó de robarle su morral. Tenía 16 años y caminaba en la noche con sus amigos luego de una fiesta en el Bronx. No tenían armas ni plata ni objetos robados. Eran solo un grupo de jóvenes negros recordando las mejores canciones de la fiesta. Pero un policía decidió que el robo había sido hacía dos semanas y que lo mejor era llevar a Kalief a la comisaría para aclarar los hechos. Entró a una celda pensando que estaría solo algunas horas mientras se hacían las averiguaciones y terminó 33 meses encerrado en la cárcel Rikers Island, en Nueva York. Estuvo 800 días en una celda de aislamiento como si fuera un preso de cuidado y los videos de las cámaras de la cárcel registraron los golpes, los abusos y la tortura a hambre a un menor de edad que se negó a declararse culpable: la única salida que le ofrecía el fiscal de la causa bajo amenaza de ser condenado a 15 años si lo encontraban culpable. Al final no hubo juicio, solo una tortura de tres años para un menor de edad que salió hecho un hombre y padeciendo paranoias y depresiones que lo llevaron al suicidio hace cerca de un mes.
Nueva York es una excepción en el sistema penal norteamericano al juzgar a jóvenes de 16 y 17 años como adultos. Cada año cerca de 30.000 jóvenes pasan por los rodillos del derecho penal y por supuesto el 70% son negros y latinos. Para ellos está casi asegurada la cárcel mientras se desarrollan los juicios, o incluso mientras se llega a la decisión de que no hay pruebas suficientes para un juicio, como le sucedió a Kalief Browder. Cinco veces se aplazó el juicio por parte de los fiscales mientras el acusado negaba su culpabilidad.
Para muchos este es un caso más significativo que el del joven Michael Brown asesinado en Ferguson en agosto del año pasado. Aquí no se trata de una decisión difícil que se toma por un hombre en un segundo, sino de una rutina que avalan policías y jueces en el sistema judicial de los Estados Unidos. Se puede decir que en este caso es patente el dolo de un Estado contra un ciudadano menor de edad.
The New Yorker, el rapero Jay-z y un candidato republicano a las presidenciales se interesaron en el caso de Kalief Browder y lo hicieron visible. En caso contrario su velorio en su casa en el Bronx habría sido una más entre las reuniones silenciosas de familias negras en Nueva York. Nos hemos cansado de ver las películas, animaciones y denuncias sobre el abuso a los jóvenes en los regímenes totalitarios. Pero de vez en cuando los gringos entregan sus propias truculencias así sea con menos propaganda y menos semanas en cartelera.
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