Estados Unidos: Katrina
La música se interrumpió cuando un huracán Katrina destapó el secreto abierto de Estados Unidos al azotar la costa del Golfo, la zona más pobre del país, y matar entre mil y dos mil personas, desplazar a un millón más e inundar 80 por ciento de la ciudad de Nuevo Orleáns hace justo 10 años.
El presidente Barack Obama marcó el aniversario con una visita a Nueva Orleáns el jueves, seguido por visitas de otras figuras distinguidas como el ex presidente Bill Clinton, el sábado (el día preciso del aniversario), y, al parecer sin ninguna vergüenza, el presidente George W. Bush, acusado de dejar que se ahogara el pueblo (aún no es muy bienvenido por los sectores más dañados por su falta de manejo en aquella emergencia).
Las grandes figuras oficiales elogiaron la resiliencia (palabra oficial del día) de Nueva Orleáns, celebraron su recuperación, recordaron las imágenes de desesperación y brindaron por su futuro. Pero toda esta retórica está llena de farsas, engaños y formulaciones tramposas, y los actos oficiales han convertido todo esto en un espectáculo para las cámaras y muchos de los que sobrevivieron a Katrina lo saben y lo dicen, porque vivieron y viven otra realidad.
Las figuras tan distinguidas no hablaron de que unos 100 mil residentes siguen ausentes (la población antes de la tormenta era de unos 600 mil), los que nunca regresaron porque no son bienvenidos por la nueva Nueva Orleáns, donde la vivienda pública no fue reconstruida para gente como ellos. De hecho, es el caso de la famosa colonia afroestadunidense más afectada, conocida como el Lower Ninth, con decenas de casas abandonadas y con sólo 36 por ciento de su población previa a Katrina; muchos concluyen que los intereses del poder preferían que esa población jamás regresara a su colonia.
Tampoco mencionaron cómo se clausuró para siempre el principal hospital público que brindaba servicios para los más olvidados y necesitados, ni la falta de empleo para los más pobres en la nueva ciudad, ni cómo se usó la tormenta como pretexto para desmantelar el sistema de educación pública y sustituirlo por escuelas chárter que son públicamente financiadas pero administradas de manera privada, el modelo preferido por los llamados reformadores de la educación, curiosamente apoyados por fondos buitres y multimillonarios como Bill Gates. Y casi nadie habló de la corrupción endémica antes de la tormenta, ni la que se nutrió con la reconstrucción de la ciudad, ni sobre quién lucró con todo este desastre.
Ese 29 de agosto de 2005 y los días posteriores la tormenta dejó claro que decenas de miles de estadunidenses, si son afroestadunidenses y/o pobres, valían y valen poco o nada para los encargados de este país. Todos saben que si hubieran sido multimillonarios en colonias de lujo –y blancos– la respuesta hubiera sido diferente.
Este fin de semana, en las celebraciones y actos se manifestó todo esto, pero fuera del guión oficial se recordó que, sí, fue un desastre natural, pero también un desastre causado por la avaricia, el cinismo, la corrupción y por una imperdonable irresponsabilidad de la cúpula política y económica de este país.
Vale recordar que el desastre “natural” ya se había pronosticado años atrás nada menos que por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército, así como por expertos. Todos sabían que se habían destruido las barreras naturales por el desarrollo de terrenos y el mal manejo de un ecosistema frágil, pero perfecto para enfrentar tormentas de este tipo. Todos sabían que la infraestructura para evitar una inundación de una ciudad que, como Holanda, está en gran parte bajo el nivel del mar, ya estaba deteriorada. Y todos sabían que era posible una tormenta de las características y comportamiento de Katrina. Los responsables de hacer algo al respecto, sobre todo la clase política local, estatal y federal, así como los intereses económicos que determinan en gran medida lo que se llama “el desarrollo” en este país, no hicieron nada.
El resultado fue lo que ahora se considera el desastre natural más costoso en la historia del país. Pero también es el mayor desastre no natural en la historia del país, que para siempre ofrecerá las imágenes del tercer (más bien, cuarto) mundo que existe dentro del país más rico del mundo. (No hay nada mejor para captar todo esto que una de las series dramáticas de televisión más inteligentes jamás creadas, Treme, del gran ex periodista David Simon, fundamental no sólo para entender a fondo la Nueva Orleáns posterior a Katrina, sino Estados Unidos hoy día).
Como escriben Melissa Harris-Perry y James Perry en The Nation, hace una década el pueblo de Nueva Orleáns “se enfrentó, dramática e intensamente, con muchos de los temas económicos, políticos, sociales y raciales que han venido a definir nuestra realidad nacional esta década: circunstancias educativas impredecibles, vivienda devastada, oportunidades económicas severamente limitadas, actos de violencia policiaca y un sistema de injusticia criminal”.
El huracán interrumpió la música en Nueva Orleáns, esencia de esa cuna de cultura estadunidense, que surge de los descendientes de esclavos africanos, franceses pobres de una vieja colonia llamada Luisiana (por el rey Luis de Francia), de culturas indígenas estadunidenses, y las corrientes de todo el Caribe. Pero no la logró callar.
El sábado el aniversario se festejó con música y baile, con desfiles al ritmo de lo que llaman los second line, las famosas bandas de vientos, así como se suele hacer en Nueva Orleáns tanto para funerales como para el carnaval, para celebrar todo lo que es parte de la vida, pues. Como comentó un residente, “nos juntamos para celebrar una tragedia”.
Fueron los miles de actos anónimos de solidaridad, y no la respuesta oficial, lo que rescató –y sigue rescatando– a Nueva Orleáns y sus alrededores (en ese sentido, Katrina es algo parecido al terremoto en México en 1985). La música de Nueva Orleáns es la ruta sonora de esa solidaridad. Ese es su regalo al mundo.
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