Alemania hoy, desde su poderío económico hace lo posible por impedir episodios de odio.
“El mundo no está en peligro por las malas personas, sino por aquellas que permiten su maldad”.
Albert Einstein
Cuando Donald Trump se anunció como aspirante a la candidatura republicana, por supuesto, para ir tras la presidencia de Estados Unidos, pensamos que sería una más de sus ocurrencias. Él, además de un muy notable empresario, es una figura pública que lo mismo hace reality shows que aparece cantando en la ceremonia de los Premios Emmy usando un overol y sombrero de paja. Un multimillonario payaso, que no provocaba más allá de risas (por compromiso en algunos, por pena ajena en otros). Pero llegaron las declaraciones contra los migrantes mexicanos y entonces su aspiración presidencial dejó de ser un pasatiempo, se convirtió en una intención que inexplicablemente comenzó a tomar fuerza. Los números en las encuestas lo fueron posicionando mejor con respecto a sus rivales republicanos y hasta de la misma Hillary Clinton. Hace un par de días, la casa encuestadora SurveyUSA, publicaba que la intención de voto, según sus estudios, estaba así: 45 por ciento para Donald Trump, 40 por ciento para Hillary Clinton. Ouch. Lo que creímos un disparate, ahora se ve como una verdadera posibilidad para el multimillonario.
En distintas ocasiones, Donald Trump ha tenido oportunidad de corregir ese discurso que, claramente, se ha convertido ya en una arenga de odio. Sin embargo, las expresiones que ha utilizado en contra de los migrantes mexicanos dejaron de estar llenas de un racismo simplón, a uno cargado de racismo que alimenta la paranoia que en algunos territorios del país, sobre todo, en los que están junto a su frontera sur, ha servido para ver surgir grupos de ciudadanos que se dedican a “cazar” indocumentados. Parece imposible, me es inexplicable, cómo en 2015 y con tantos años de historia colectiva terrible asociada al discurso del odio —pero particularmente en la primera mitad del Siglo XX—, aún quepan en el mundo discursos que inciten al racismo, a la estúpida idea de la supremacía, porque eso es también lo que expresa Donald Trump. Ni modo, aunque siempre sea polémica la referencia, pero así, justo así empezó el ascenso de Adolfo Hitler: a partir de un posicionamiento racial delirante que pasó a una persecución y posteriormente a una guerra que hasta la fecha sigue teniendo heridas que no han logrado cerrar.
El pensamiento de Trump no es más que un retroceso en las políticas sociales y, claro, migratorias que con tanto trabajo se han ido alcanzando en nuestro vecino país. Victorias pírricas, pero que sin duda han significado un paso más a la tranquilidad de los millones de inmigrantes que hoy viven en Estados Unidos y que, además, representan tanto económica y laboralmente al interior de nuestro país vecino. Por no decir, lo que esas divisas significan para los países de los que son originarios. Es curioso cómo el tiempo ha avanzado y cómo Donald Trump ha pervertido el sentido nacionalista de los estadunidenses. Arengas nacionalistas hoy inadmisibles en occidente; ya no se vive en países como Alemania, desde donde Adolfo Hitler tanto destruyó. Hoy, en contraste, leemos que el vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, ha anunciado que recibirán a medio millón de refugiados; y la propia Angela Merkel anunció que invertirán millones de euros en centros para recibirlos.
Han hecho, incluso, llamados al resto de la comunidad europea, para que acojan a los miles de ciudadanos sirios que hoy están en busca de un nuevo hogar. La crisis migratoria pareciera estar fuera de control, pero la Unión Europea está dispuesta a enfrentarla. Incluso, países como Chile y Brasil han dispuesto lo propio. Esperemos que México (siempre con los brazos abiertos) lo anuncie pronto.
Y qué diferencia, qué enorme diferencia respecto al discurso de Donald Trump, ya no sólo en la forma en que califica a los ciudadanos mexicanos, sino en las políticas que si fuera presidente, piensa poner en marcha: deportaciones masivas, construcción de un nuevo muro, etcétera.
Alemania hoy, desde su poderío económico hace lo posible por impedir (no repetir) episodios de odio que históricamente le dejaron altos costos. Donald Trump, hace lo que puede para nutrir su ridículo discurso que hoy, parece estar tomando un lugar en la mente de los electores. Es como si el pasado no nos hubiera enseñado nada en lo absoluto, lo que además de triste, es sumamente peligroso.
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