Obama Against Pessimism

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Ha acertado Barack Obama al convertir, en la madrugada de ayer, su último discurso sobre el Estado de la Unión —el más solemne que pronuncian anualmente los presidentes de EE UU ante el Congreso— en un alegato a favor de la esperanza y de encarar el futuro sin miedo.

El machacón mensaje alarmista al que está siendo sometido el electorado por parte del excéntrico liderazgo republicano —y especialmente del precandidato a la presidencia Donald Trump— ha tenido una relevante contestación en un presidente que, aunque mermado políticamente en su último año de mandato, volvió a demostrar en el Capitolio sus dotes oratorias.

Ante los congresistas y senadores reunidos en sesión conjunta, Obama rebatió las visiones catastrofistas. Su apelación a la necesidad de inyectar civismo en el discurso público da plenamente en la diana de una enfermedad —la del populismo político— que contamina en diversos grados a la política estadounidense y europea. Es un mensaje perfectamente aplicable a ambos lados del Atlántico.

Las nuevas situaciones suponen nuevos desafíos y también problemas que crean ansiedad y preocupación en la sociedad, pero las soluciones no pasan por dar respuestas demagógicas, romper las reglas del juego o hacer que las democracias renuncien a los principios en los que se sustentan. Una profunda y prolongada crisis económica —cuya frágil recuperación no ha alcanzado a todos los estratos sociales—, la amenaza del terrorismo yihadista o el desafío de los masivos flujos migratorios no son obstáculos insuperables que justifiquen la ruptura con los valores que han garantizado las libertades. Y la retórica apocalíptica no es ciertamente la mejor actitud para afrontar esas realidades.

Así se lo recordó a los estadounidenses Obama, a quien le quedan apenas unos meses en la Casa Blanca y que, por tanto, merece la credibilidad de quien ya no necesita cortejar a ningún electorado.

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