Obama and Trump, a History of Animosity

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Si alguien desea definir la relación entre el presidente Barack Obama y el empresario de bienes raíces Donald Trump, aspirante a la candidatura presidencial republicana, sería amable si la califica como mala.

En realidad, es una bronca intensamente personal y nadie está seguro de qué tan profunda sea.

Trump coqueteó por más de doce años con la idea de buscar una postulación presidencial, republicana o demócrata, sin llegar jamás a concretar nada que no fueran titulares de prensa y reportajes en programas de radio y televisión.

Nada fuera de lo común para alguien como él. Bueno, incluso, para sus niveles de audiencia en El Aprendiz, donde un grupo de gente presuntamente aprendía a ser empresario y en la que hizo famosa la frase “You’re fired” (estás despedido).

Trump es una personalidad mediática y mucha de su fama y sus ganancias se deben, precisamente, a esa presencia en los medios, y el hecho de que está en Nueva York un centro de atención mundial lo favorecía, incluso, todavía hoy.

Y en ese marco, un día decidió adoptar la idea de que Obama no era estadunidense, haciéndose eco de un núcleo derechista que alegaba que el mandatario no había nacido en territorio estadunidense.

Trump llegó a ofrecer una recompensa millonaria para quien pudiera probar que el mandatario no era estadunidense por nacimiento y, de paso, musulmán.

En parte debido a esa campaña, Obama se vio forzado a presentar su acta de nacimiento hawaiana, aunque eso no puso fin a las especulaciones.

Pero hace casi cinco años, durante la tradicional cena anual de la Asociación de Corresponsales ante la Casa Blanca, el presidente Obama dedicó una buena parte de su discurso a burlarse de Trump, quien estaba en la audiencia.

Entre risas de la audiencia, Obama informó que presentaría un video de su nacimiento, y de hecho hizo pasar una parte del filme El Rey León. Trump no pareció divertido.

Y desde entonces la animosidad entre los dos parece estar en los límites de la civilidad.

La semana pasada, el presidente Obama declaró que “sigo creyendo que el señor Trump no será Presidente. Y la razón es porque tengo mucha fe en el pueblo estadunidense y pienso que reconocen que el ser Presidente es un trabajo serio. No se trata de presidir un programa de entrevistas o un reality. No es promoción. No es mercadeo. Es duro”.

En alguna medida hay razón para el desencuentro. No sólo es personal, aunque como tal puede considerarse que Obama es un político de profundidad y Trump es tan superficial como brillante para la propaganda.

Tal vez Obama tenga razón. En alguna medida puede reforzar su confianza con las afirmaciones, apoyadas en las encuestas, de que Trump tiene un piso alto, alrededor de un tercio de los republicanos, pero un techo bajo —su aprobación en otros grupos no es tan grande—.

Pero con todo, y para bien o para mal, Trump parece, hoy por hoy, un político más capaz que los profesionales que le disputan la nominación presidencial.

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