“Enrique Trump”
Revista Proceso (México)
Por John M. Ackerman
8 Marzo, 2016
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Donald Trump es un racista confeso que ha descalificado a los mexicanos como “criminales” y “violadores”. El precandidato presidencial ha anunciado que de ocupar la Casa Blanca expulsaría a millones de connacionales de Estados Unidos y obligaría al gobierno mexicano a construir una enorme muralla en la frontera entre los dos países. Sus ataques a México y a los mexicanos se han convertido en uno de los ejes principales de su campaña presidencial, junto con sus posiciones igualmente retrógradas sobre los musulmanes y el Medio Oriente.
En respuesta, el gobierno de Enrique Peña Nieto ha mantenido un silencio cómplice y criminal. El ocupante de Los Pinos no ha emitido pronunciamiento alguno sobre el tema, y sus voceros han hecho todo lo posible por evitar cualquier cuestionamiento o confrontación. La semana pasada, Francisco Guzmán, titular de la Oficina de la Presidencia, declaró a la agencia Bloomberg que el gobierno de Peña Nieto trabajaría de igual manera con Trump que con cualquier otro presidente del país vecino (véase: http://ow.ly/YZzyF).
En otras palabras, el actual primer mandatario de México se pondría a las órdenes de Trump, como lo ha venido haciendo con el gobierno de Barack Obama. Por ejemplo, hace unos días el jefe del Ejecutivo se rebajó al nivel del vicepresidente estadunidense, Joseph Biden, durante su visita a la Ciudad de México para participar en una reunión con empresarios y oligarcas de nuestro país. Peña Nieto se reunió en privado con el segundo de Obama durante más de una hora, y posteriormente dieron una conferencia de prensa conjunta.
Las reglas de la diplomacia exigen que haya una estricta igualdad con respecto a las relaciones públicas entre dos países soberanos: presidentes con presidentes, vicepresidentes con vicepresidentes, y procuradores con procuradores. Sería ridículo imaginar, por ejemplo, la celebración de una conferencia de prensa conjunta en la Casa Blanca entre Obama y Miguel Ángel Osorio Chong o Arely Gómez. Al colocarse al nivel de Biden, Peña exhibió públicamente lo que la mayoría ya teníamos claro: el actual primer mandatario de la nación no trabaja para el pueblo mexicano, sino que funge como un empleado más del gobierno de Washington y de los empresarios de Wall Street y Silicon Valley.
Esta lamentable situación explica por qué Peña Nieto no se ha atrevido a cuestionar frontalmente a Trump. Prefiere quedar bien con quien podría llegar a ser su jefe, en lugar de complacer a los ciudadanos a quienes supuestamente tendría que rendir cuentas.
Pero el servilismo de Peña Nieto hacia el norte no es lo único que explica su desdeñable comportamiento frente a la amenaza clara y presente que implica la candidatura de Trump. En realidad, el presidente mexicano y el aspirante republicano comparten una visión similar del mundo. Ambos desprecian profundamente la cultura y la educación y viven en un mundo lleno de champaña, aduladores y guardaespaldas que los aísla totalmente de los sufrimientos y las esperanzas del pueblo humilde.
Ambos políticos sirven al mismo amo: el dinero y el poder. Si bien las fortunas de Peña y de Trump vienen de fuentes distintas –las arcas gubernamentales para el primero y la explotación capitalista para el segundo–, los dos personajes se sostienen como figuras públicas gracias al saqueo de recursos ajenos.
Si bien Trump es más explícito con respecto a su desprecio para México y los mexicanos, Peña en realidad comparte el mismo odio hacia la historia y la cultura de los habitantes de su propio país. Tal y como documentamos en el libro El mito de la transición democrática, desde el primer día de su mandato Peña ha encabezado una ofensiva ideológica, política y económica en contra de todas las tradiciones y los valores humanistas de los mexicanos.
Hoy ya queda claro que el lema “Mover a México” en realidad significa “Destruir a México”. La “reforma energética” ha llevado al desmantelamiento de Petróleos Mexicanos (Pemex). La petrolera pública sufre actualmente un enorme quebranto financiero y pocas posibilidades para crecer en el futuro a causa de la entrega de sus yacimientos a consorcios privados y extranjeros. Y la “reforma educativa” no ha sido más que un ataque disfrazado en contra de todos los maestros, y en particular de los más críticos, que defienden la tradición mexicana de educación crítica y humanista. La semana pasada, esta reforma ya generó sus primeros despidos masivos, con la separación de su cargo de más de 3 mil 400 profesores. Recordemos también que Peña Nieto se ha adelantado a Trump con respecto a políticas anti-migrantes. México ahora expulsa a más hermanos latinoamericanos de su territorio que el mismo gobierno de Estados Unidos.
La entrega de nuestro oro negro a las trasnacionales, la aniquilación de los maestros críticos y el acoso a los migrantes centroamericanos constituyen la contracara de las políticas racistas y fascistas de Trump. Peña y Trump juntos buscan acabar con cualquier resistencia ciudadana o popular al predominio absoluto del dinero y la corrupción en sus países.
Lamentablemente, Hillary Clinton no es mejor. Ella es la candidata que cuenta con mayor respaldo de parte de la industria militar, de acuerdo con la organización “Open Secrets”, con sede en Washington, D.C. (véase: http://ow.ly/YZrxT). Las empresas militares han donado 20 veces más a la campaña de Clinton que a la del mismo Trump.
La salvación entonces no vendrá del norte, ni desde las cúpulas del poder financiero y político global. El camino hacia la justicia y la paz lo tendremos que construir nosotros desde abajo y a la izquierda.
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