Jane Mayer es una de las profesionales del periodismo investigativo de mayor prestigio en Estados Unidos. Dos veces nominada al Premio Pulitzer y ganadora de algunos de los más reputados galardones periodísticos de ese país, Mayer publicó en enero de este año un nuevo libro de trascendental importancia. El mismo, producto de cinco años de investigación, lleva por título Dark money (“Dinero oscuro”).
Dinero oscuro
Dicha obra devela la sujeción del Partido Republicano al dinero. En ella se explica como los hermanos Carles y David Koch, quienes respectivamente detentan las sexta y séptima fortunas más grandes del mundo, crearon una suerte de “banco político” dedicado al financiamiento y control de dicho partido.
¿Quiénes integran dicho banco político? Según palabras de la autora: “Ignorando a los meros millonarios, muchos de los cuales tienen fortunas estimadas en cientos de millones de dólares, la fortuna combinada de los dieciocho billonarios conocidos que participan allí superaba en 2015 a los 214 mil millones de dólares”. Es decir, “empresarios como los Koch cuyas vastas fortunas personales los colocan no sólo dentro del 1 por ciento más rico de la nación, sino dentro del grupo mucho más selecto del 0,1 por ciento tope o incluso más arriba”.
De acuerdo a Mayer estos plutócratas, así como algunos de los senadores, congresistas y dueños de medios de prensa que ocasionalmente los acompañan en sus cónclaves, se juntan en medio de la más absoluta opacidad. Según sus palabras: “los participantes a estos cónclaves son advertidos que deben destruir toda evidencia escrita… Se les señala que no pueden decir nada acerca de las reuniones… Elaboradas medidas de seguridad son tomadas para mantener los nombres de los asistentes fuera del conocimiento público”.
¿Cuál es el objetivo perseguido a través de las gigantescas sumas de dinero que estos personajes dedican al financiamiento partidista? De acuerdo a Mayer: “ellos propician un ‘gobierno limitado’, una reducción drástica de impuestos, mínimos servicios sociales para los necesitados y una menor supervisión para las actividades económicas, particularmente en materia de medio ambiente. Según señalan su motivación es guiada por principios, sin embargo ésta se amolda perfectamente a sus intereses financieros personales”.
Ahora bien, estos plutócratas no sólo persiguen que el proceso político se amolde a sus intereses económicos, sino que para lograrlo recurren a una movilización política de rasgos particulares. En otras palabras, junto a los objetivos patrimoniales hay un método de acción política. Martin Wolf, jefe de comentaristas económicos del Financial Times describe así la esencia del modelo: “…el ‘obstruccionismo salvaje’, la demonización política de las instituciones, el coqueteo con la intolerancia y el racismo… ¿Por qué ha ocurrido esto? La respuesta es que esta es la manera en la que una poderosa casta de donantes, abocada a cortar impuestos y a achicar al Estado, logra ganarse a los soldados de a pie y a los votantes que necesita. Se trata, por tanto, de un ‘pluto-populismo’: un matrimonio de la plutocracia con el populismo de derecha”. (“Donald Trump embodies how great republics meet their end”, Financial Times, march 1, 2016).
El desafío Trump
La aparición de Donald Trump en medio de este matrimonio lo desestabilizó por completo. Siendo él un billonario pudo prescindir del dinero de la camada Koch. Más aún, siendo un experto de los llamados “reality shows” pudo llevar el populismo de ultraderecha a sus máximos decibeles de intensidad. Su acción no es otra cosa que un intento de adquisición hostil de la compañía Koch, es decir, del Partido Republicano. Dirigiéndose directamente a los accionistas, valga decir a los votantes, está obviando a la junta directiva de la empresa de la cual desea apoderarse. Y lo más imperdonable, desde la perspectiva de esta junta directiva, es que propugna cambiar la política corporativa. En palabras de Alex Altman: “en cada caso Trump ha desafiado el dogma del partido. Ha hablado de proteccionismo y de mayores programas sociales, de un muro fronterizo y de un impuesto a la riqueza. Ha defendido los méritos de la planificación familiar y del dominio público”. (“Tribal warrior”, Time, march 14, 2016).
No en balde la junta directiva ha lanzado el grito de guerra “nunca Trump”. A como dé lugar es necesario detener su toma hostil de la compañía. Para articular esta batalla recurrieron a Mitt Rommey, expresidente ejecutivo de la empresa, quien dictó la pauta pública a seguir. El objetivo no es otro que el de negarle los delegados suficientes, obligándolo a someterse a una convención republicana tutelada por esa misma junta directiva. De allí nunca saldría triunfante.
Por más desagradables que resulten los exabruptos de Trump, su desafío a esta camada plutocrática resulta refrescante. Ojalá le dé duro. Pero Dios quiera, a la vez, que nunca llegue a la Casa Blanca.
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