Para ser un tipo que se jacta constantemente de sus habilidades en los negocios, Donald Trump no parece saber cómo funcionan los mercados de capital. Si así fuera, nunca habría enviado un memorando a The Washington Post en el que detalla un plan chiflado para obligar a México a pagar por un Muro de Berlín que separe los dos países, que incluye la amenaza de bloquear las remesas. Incluso el jornalero mexicano más humilde sabe que eso no funcionará.
La metida de pata sobre las remesas es un recordatorio de que Trump es mucho mejor lanzando intimaciones que creando políticas bien pensadas que beneficien los intereses de Estados Unidos. Pese a todo su fanfarroneo, se ve para la mayoría del mundo como un niño malcriado de pantalones cortos gritándoles órdenes a sus sirvientes.
Si las encuestas electorales están en lo cierto, los simpatizantes de Trump son en su mayoría nativos con arraigo local y problemas económicos. Como tales, son susceptibles a simpatizar con ataques ultranacionalistas contra otros países. México es el blanco perfecto.
El núcleo de la campaña de Trump es su tonta promesa de que puede restaurar el poderío económico perdido de EE.UU. al restringir aún más la migración y adoptar una política comercial proteccionista. Nada emociona tanto a los simpatizantes de Trump como su promesa de que México pagará por su gran, alto y “hermoso muro” en la frontera sur de EE.UU.
La clase política mexicana rara vez se une en torno a algo, pero ahora hay unanimidad en que Trump tendrá que buscar otra forma de financiar su partición continental. En febrero, el ex presidente Vicente Fox canalizó el sentimiento popular cuando usó un adjetivo vulgar para describir el muro de Trump.
La resistencia mexicana aparentemente envió al equipo de Trump a sus cuarteles para confeccionar una oferta que México no pudiera rechazar. El memorando resultante presenta una serie de opciones para “obligar a México a pagar por el muro”, entre ellas la amenaza de bloquear las remesas al reescribir cláusulas de la Ley Patriota desde la Casa Blanca.
Cuando México se entere de esto, explica el memorando, pediría clemencia y entregaría el dinero para el muro. “Es una decisión fácil para México. Hacer un pago único de entre US$5.000 y US$10.000 millones para asegurarse que US$24.000 millones fluyan a su país año tras año”, dice el memorando.
Este documento no existiría si Trump no creyera que refleja sus brillantes habilidades gerenciales y de negociación. Pero si usted es más inteligente que un niño de primaria, podrá ver que es poco probable que obtenga los resultados deseados. En cambio, habría consecuencias inesperadas, como un aumento de la delincuencia, por ejemplo.
Como una cuestión de orgullo nacional, ni el poder ejecutivo mexicano ni el Congreso podrían siquiera considerar la idea de hacer un pago semejante. Tendrían el amplio respaldo de los mexicanos, que condenan la caracterización de Trump de sus compatriotas que viven en EE.UU. como violadores y narcotraficantes.
Si México se rehúsa a pagar, el gobierno estadounidense (siguiendo el plan de Trump) invocaría una reformada Ley Patriota para prohibir que los extranjeros en EE.UU. giren dinero, a menos que puedan demostrar que están en el país de manera legal.
Reformar la Ley Patriota es la prerrogativa del Congreso y un intento de la rama ejecutiva de hacerlo sería disputado en la Justicia y probablemente declarado ilegal. Incluso si no fuera así, es absurdo pensar que eso detendría el flujo de dólares hacia México.
La forma más obvia de burlar la nueva ley sería que aquellos que pueden demostrar que son residentes con documentos en el país envíen dinero a nombre de aquellos que no pueden. Además, los giros son sólo una forma de mover dinero. Este también podría ser depositado en un banco estadounidense y retirado de cajeros automáticos en México por sus destinatarios.
La única forma en la que Trump podría inhibir el flujo de dólares a México a través del sistema bancario sería mediante la imposición de controles de capital específicos. Sin embargo, eso probablemente violaría las obligaciones de EE.UU. bajo una serie de tratados internacionales.
También pondría una enorme carga sobre los estadounidenses y su economía. Más de un millón de gringos viven en México y otros 20 millones visitan ese país cada año. Además, México es el tercer socio comercial de EE.UU. y la cadena de suministro manufacturera estadounidense está altamente integrada con México. Los controles de capital dinamitarían una relación de producción compartida que ha hecho que la economía norteamericana sea la envidia del mundo.
No todos los trabajadores migrantes tienen acceso a cuentas bancarias, así que incluso sin los controles de capital, el plan de Trump sería un programa de empleo para la delincuencia organizada. Los carteles ya se especializan en llevar ganancias generadas por el consumo de drogas en EE.UU. a través de la frontera. De seguro estarían felices de ofrecer sus servicios de entrega a nuevos clientes.
Trump y su equipo quieren que el mundo sepa que tienen más trucos bajo la manga que el bloqueo a las remesas. El memorando sugiere la idea de nuevos aranceles y dificultar y hacer más costoso que los mexicanos obtengan visas.
Podría llamarlo el arte de la extorsión. Pero también podría decirse que es una idea estúpida.
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