The Second Amendment, Once Again

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Cada vez que pasa un incidente como el que aconteció en Orlando, Florida, el fin de semana pasado, entra a discusión la Segunda Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos de América. El derecho a la posesión de armas por parte de cualquier ciudadano, es un tema que causa controversias cuando queda demostrado el poder de daño de dicha enmienda.

Sin embargo, más allá del debate estéril que se produce durante unas semanas después de sucesos de asesinatos masivos, no se reforma absolutamente nada en la legislación norteamericana; lo peor es que existe una negación a que hay un caldo de cultivo para que este tipo de sucesos lamentables estén ocurriendo una y otra vez en su territorio.

Más allá de lo rebasada que se encuentra la Segunda Enmienda, el cabildeo que realizan todas las organizaciones armamentistas es tan fuerte que doblegan a congresos y presidentes. Sin embargo, el riesgo más poderoso que el cabildeo de empresas y grupos afines a las armas, es la intolerancia y el desprecio a las personas que piensan diferente al otro.

Muchos de los grandes crímenes contra la humanidad y contra grupos específicos están sustentados en un origen ideológico donde aquella persona que disiente de una postura es, en automático, vista como un enemigo hacia dicha ideología y donde la represión puede llegar hasta pensar que su sola existencia es una amenaza para una ideología radical.

El contexto en el que acontecieron los lamentables hechos de Orlando, se explica como un aumento de la intolerancia y radicalización de los grupos extremistas dentro de Estados Unidos, impulsado desde una contienda política, donde el avance de Donald Trump encuentra en dichos grupos su zona de poder natural con base en su discurso.

El avance del virtual candidato del Partido Republicano lleva consigo un discurso de odio hacia todo aquello ajeno a este grupo, donde queda demostrado que el desprecio hacia las personas que representan la diferencia a su forma de pensar, son sus rivales naturales pero, más allá de una arena política, de un concepto de vida. El radicalismo de este pensamiento, lleva a un nivel de confrontación con el rival donde la misma vida de quien piense diferente puede ser prescindible.

Este tipo de blancos y negros absolutos, han sido históricamente causante de miles de muertes, hasta hoy en día. Se esperaría que la evolución de conciencia del ser humano, aportara una mayor capacidad de reconocimiento de las diferencias que como individuos y culturas tenemos. Lamentablemente no es así, la existencia de personas y grupos extremistas está determinada por la capacidad de poder a la que puedan acceder. En cuanto más poder tienen dichos grupos, más atentados en contra de todos quienes piensen diferente serán manifiestos.

En México la condición política y social está en riesgo de ser muy parecida, ya que se está dando el crecimiento de grupos radicales que desprecian a todos aquellos que no piensan como ellos. Los peligros hacia las libertades de expresión, de manifestación o las libertades democráticas, se ponen en un papel muy frágil cuando aquellos quienes de la intolerancia hacen un discurso y una forma de vida por años, mantienen la esperanza de gobernar este país.

Que el ejemplo de Medio Oriente, África, Europa y nuestro vecino del norte sirva como experiencia para México, para saber que lo que no queremos son fundamentalistas con poder. Que las libertades que hemos obtenido durante años, son vitales para aspirar a un país mejor.

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