En su afán de llegar a ser el hombre más poderoso del mundo, Donald Trump atiza el resentimiento y el odio en los blancos de clase media que se sienten perdedores en el proceso de la globalización económica. Es paradójico que estos se sientan representados por el candidato presidencial por el Partido Republicano, ya que la globalización fue promovida precisamente por ese partido, bajo la influencia del archimillonario David Rockefeller y su comisión trilateral, en la década de 1970. Pero eso no lo saben los seguidores de Trump, debido a su bajo nivel de escolaridad.
En sus arengas, él abanica abiertamente el racismo, hecho que aprovechan individuos, como un sujeto que aseveró que, como Obama es responsable por todos los crímenes de los negros, porque es negro, y que como todos los criminales votarán por Hillary, hay que elegir a Trump (Austin American Statesman, 27/5/2016).
En otra reacción a las palabras incendiarias de Trump, el republicano reaccionario Pat Buchanan asegura que Trump es la gran esperanza de los blancos: The Great White Hope. Además, Buchanan alegó el 28 de mayo, en CNN, que en Estados Unidos el desempleo y el estancamiento de los salarios es culpa de los mexicanos indocumentados, porque estos se han tomado los empleos de los hombres blancos.
Naturalmente, omitió decir que el cierre de fábricas y la pérdida masiva de empleos se debe a la globalización aprovechada por las grandes empresas industriales de Estados Unidos para transferirse al exterior y aumentar sus ganancias, pagando salarios más bajos y evadiendo los impuestos.
Trump hace más que estimular el racismo: reivindica la intolerancia en general. En sus arengas no solo ha insultado a los mexicanos e insistido en que México pague por una muralla en la frontera con EU. Ha pedido también que se niegue la entrada al país a los musulmanes, se ha mofado del ex candidato presidencial John McCain, porque fue capturado por el enemigo en Vietnam y le ha faltado al respeto a mujeres políticas o periodistas, a quienes considera antagonistas, porque no le han rendido culto.
Jugando la carta de que “si no estás conmigo estás contra mí”, Trump vierte gasolina en el fuego de las intolerancias de sus seguidores. Por ejemplo, tiene un yerno judío, su hija se convirtió al judaísmo y el millonario habla, favorablemente, de sus nietos judíos. Pero, la intolerancia que abanica ha tenido como resultado que muchos de sus seguidores den rienda suelta al antisemitismo.
El columnista Jonathan Wiesman, de The New York Times, recopiló el 26 de mayo un bombardeo escalofriante de imágenes nazis, al que han sido sometidos él y otros escritores de apellido judío por parte de seguidores antisemitas de Trump (http://www.nytimes.com/2016/05/29/opinion/sunday/the-nazi-tweets-of-trump-god-emperor.html?action=click&contentCollection=Opinion&module=Trending&version=Full®ion=Marginalia&pgtype=article).
En Boston, dos hermanos golpearon, salvajemente, y orinaron a un latino que dormía en la calle. Luego de ser arrestados, uno de ellos le dijo a la policía: “Trump tiene razón, hay que deportar a todos los indocumentados”. Cuando al candidato republicano se le informó del episodio, justificó la acción diciendo tranquilamente que sus seguidores son “muy apasionados” (http://www.huffingtonpost.com/entry/9-outrageous-things-donald-trump-has-said-about-latinos_us_55e483a1e4b0c818f618904b).
Como es de esperar, sus insultos también evocan protestas desatinadas entre sus opositores, quienes han destruido la propiedad privada durante manifestaciones en Arizona, Albuquerque y San Diego. Además, no parecen entender que enarbolar la bandera mexicana en sus turbulentas protestas confirma los estereotipos negativos que el aspirante republicano promueve.
Donald Trump, como ha dicho el intelectual mexicano Enrique Krauze en un análisis que vale la pena escuchar, está logrando que salgan a flor de tierra los elementos más bajos de la cultura de EU (http://expansion.mx/economia/2016/05/05/el-triunfo-de-trump-deja-ver-lo-peor-de-eu-enrique-krauze). No hay que ser adivino para predecir que muy caro le costará al país su desventurada candidatura.
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