Like Trump, the Orlando Terrorist Was from New York

<--

Según Donald Trump los mexicanos que vienen para acá son violadores, pero resulta que las violaciones, sobre todo las más terribles, en su mayoría las han llevado a cabo sus conciudadanos. Ahora, ante la masacre de Orlando, insiste en que se debe prohibir la entrada a Estados Unidos de todo musulmán proveniente de países que no quieran al suyo. Lo que al parecer no sabe es que todo ataque terrorista que ha tenido lugar en suelo estadunidense en los últimos quince años, ha sido realizado por norteamericanos o por residentes legales autorizados a vivir aquí.

Es cierto que los terroristas que atacaron Washington y Nueva York en 2001 fueron 19 árabes nacidos en el extranjero, pero el resto han sido ciudadanos de este país, como fue el caso de los hermanos Tsarnaev, que detonaron las bombas en el maratón de Boston en 2013, o Nidal Hasan el soldado del ejército que cuatro años antes mató a 13 en la base militar de Fort Hood, Texas. Y qué decir del ataque en San Bernandino, California, en diciembre pasado, cuando una pareja dio muerte a 14 en una fiesta de navidad.

Otros casos de masacres similares, pero no ligados por las autoridades a ideologías extremistas, han sido el tiroteo en la escuela superior Virginia Tech, en 2007, donde murieron 32 estudiantes; mientras que 26 más, en su mayoría niños, perdieron la vida a manos de un trastornado en la escuela primaria Sandy Hook de Newtown, Connecticut. Masacres todas realizadas por criminales nacidos aquí.

Otro estadunidense fue quien abrió fuego en un centro nocturno gay en Florida, la madrugada del domingo, dando muerte a 49 e hiriendo a 53 más, en el peor tiroteo masivo en la historia de esta nación. Se trató de Omar Mateen, nacido como Trump en Nueva York, de padres provenientes de Afganistán, que se mudaron a Florida en 1991, donde el joven creció como cualquier otro, jugando baloncesto y videos.

Mateen, de 29 años, padre de un niño de tres y casado dos veces, era un individuo violento lleno de contradicciones, con odio a los homosexuales y un diploma como técnico en justicia criminal, que estaba en la mira del FBI por posibles lazos con terroristas, pero nunca se le pudo comprobar nada. De hecho no se sabe a ciencia cierta si sus actos fueron producto de una mente desquiciada o guiados por religión o ideología política. Lo que tiene a las autoridades ante un caso de nuevo terrorismo inspirado tal vez por el Estado Islámico, pero se cree que no precisamente ordenado por el grupo extremista.

De acuerdo a Peter Bergen, autor de varios libros sobre terrorismo, no hay ninguna evidencia de que recibió entrenamiento en Siria o ningún otro lugar, como fue el caso de los terroristas que mataron a 130 en París en noviembre pasado o los que en Bruselas dieron muerte a 32 en marzo. Las intenciones de lobos solitarios como Mateen son difíciles de detectar porque no tienen comunicaciones vía correo electrónico o teléfono que pudieran ser interceptadas por labores de inteligencia.

Mateen alardeaba de tener contacto con Al Qaeda y Hezbollah, grupos radicales opuestos, y en dos ocasiones viajó a Arabia Saudita para visitar La Meca, una peregrinación que más de once mil musulmanes estadunidenses realizan cada año, por lo que no llamó la atención. De acuerdo a su primera esposa tenía tendencias homosexuales pero se avergonzaba de ellas.

De acuerdo a Bergen, tan sólo en 2015 hubo 600 casos de terroristas locales investigados por el gobierno. Jóvenes en promedio de 28 años que están siendo adoctrinados e instruidos a través de sus computadoras o sus celulares y que ya no tienen que viajar para ser entrenados por grupos radicales que los inspiran a cometer actos violentos.

A diferencia de lo que Trump dice, el terrorista local no viene de lejos. Puede ser su vecino o un residente de los suburbios de clase media, con educación y supuestamente gran amor por su país y por los valores de la sociedad en que vive. Puede lucir exactamente como cualquier otro ciudadano, puede mezclarse fácilmente y pasar desapercibido en sus comunidades antes de actuar.

En su gran mayoría, los dos millones y medio de musulmanes estadunidenses son personas de bien, aman y se identifican con el país donde nacieron, lo triste es que sólo se necesita uno, loco y resentido, para causar tragedias como la ocurrida en Pulso, la disco que celebraba su Fiesta Latina.

About this publication