Intolerance and Crimes of Hate

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En Orlando, Florida, EE.UU., la madrugada del domingo pasado un hombre mató a por lo menos 50 personas y lesionó de bala otra cantidad similar, la mayoría de las víctimas homosexuales que se encontraban dentro de un club gay. Entre los muertos se contabiliza al mismo supuesto autor de la masacre, un estadounidense de origen afgano identificado como Omar Mateen, quien cayó abatido por la policía. Esta quizá sea la peor demostración homofóbica en la historia reciente y ha impactado al mundo entero, pues comprueba que los seres humanos a veces dejamos de ser tolerantes y eso nos lleva a cometer crímenes de odio y terror. A veces la intolerancia es alimentada por ideologías o por contextos de violencia.

La intolerancia es grave. Es un valor tan necesario para la convivencia social, pero tan carente en muchas personas, lo cual es peligroso y lleva a masacres como la de Orlando, Florida, o a crímenes inútiles como el ocurrido la semana pasada en el país, cuando Santos Rodríguez Minero, un vigilante de 38 años, disparó hasta matar a Juan Carlos León, un mecánico y padre de familia que se dirigía hacia su trabajo.

Rodríguez, contra quien el Juzgado Cuarto de Paz de San Salvador ya decretó instrucción formal con detención provisional, se conducía en un microbús de la ruta 46-C junto a su víctima y aparentemente comenzaron a discutir por un asiento, en el bulevar Constitución, y cuando León se iba a bajar recibió varios impactos de bala en la espalda muriendo en el acto. Rodríguez fue arrestado en flagrancia por policías que casualmente transitaban por la zona y escucharon los disparos.

¿Vale matar por un asiento? ¿Vale matar a alguien porque es homosexual? ¿Vale matar a alguien porque piensa diferente? ¿Vale matar a alguien por sus creencias teológicas o filosóficas? ¿Vale matar porque alguien tiene gustos o preferencias diferentes? ¿Vale matar a alguien porque no le queremos? La respuesta es no. Matar nunca se justifica, excepto si es en un caso de legítima defensa y en el marco de las guerras, las que no deberían existir. Matar por intolerancia es absurdo y repudiable. Los homofóbicos, los xenofóbicos y los que tienen el odio en su corazón actúan como irracionales que no miden consecuencias y en su fanatismo no les importa morir o generar daños colaterales. Es el caso del vigilante Rodríguez, quien en un momento de intolerancia mató a un hombre, pero afectó a sus hijos y los hijos de su víctima.

Las personas debemos volvernos tolerantes, fomentar la convivencia social y aceptar a las personas como son, todos somos importantes aunque no seamos imprescindibles. Todos tenemos derecho a la vida y a escoger la forma de vivir, sin afectar a los demás.

En este mundo nadie sobra, todos somos necesarios y a los seres humanos hay que aceptarlos como son. Los xenofóbicos y homofóbicos son personas con grandes complejos de inferioridad. Nadie escoge donde nacer ni su raza ni su credo de origen, igual nadie escoge ser homosexual, quienes viven bajo esa condición fueron condicionados por su información genética y ante eso no tienen otra opción.

Es lamentable lo ocurrido en Orlando e igual son repudiables los crímenes de odio en nuestro país. EE.UU. y El Salvador tienen algo en común que aviva la intolerancia: La sociedad armada. En la nación norteamericana cualquiera, por enmienda constitucional, puede adquirir armas y legalizarlas toda vez que tenga licencia de conducir, más de 21 años y llenar un formulario donde puede mentir. En El Salvador, se le permite tener armas a cualquiera, sin importar si psicológicamente está preparado para ello y a veces sin importar su historial criminal.

Armas más intolerancia generan casi siempre dolor, muerte y terror. Las sociedades tienen que fomentar la tolerancia como principal valor de convivencia y los Estados deben regular el uso y tenencia de las armas, sólo así podemos evitar crímenes por odio de carácter xenofóbicos, homofóbicos y por la estúpida intolerancia.

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