The CIA

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“Los renegados”. Con ese título la prensa en Colombia ha bautizado a los guerrilleros que no se quieren desmovilizar: los frentes primero y séptimo de las Farc. Los mismos del ‘Negro Acacio’, ‘John 40’, ‘Mordisco’ y todos los grandes narcos que se camuflan como guerrilla pero que día y noche se dedican a traficar.

Una noticia que coincide con las últimas cifras de cultivos, que prueban que otra vez estamos inundados de campos malditos: 39 por ciento de incremento en el último año, según cifras de Naciones Unidas. La explicación de semejante salto es elemental: las negociaciones con las Farc y la suspensión del glifosato para fumigar, dos asuntos que han hecho que la siembra de coca vuelva a aflorar.

Lo mismo sucede con la producción de perico: 420 toneladas métricas el año pasado, según cifras de la oficina para el Control de las Drogas de la Casa Blanca. Un incremento del 140 por ciento en los últimos cuatro años, que demuestra lo mucho que ha prosperado durante esta etapa de negociación con las Farc.

El negocio hoy brilla por punta y punta. El susto es que vaya a prosperar todavía más, cuando se firme por completo la paz. Cuando los narcos de los frentes primero y séptimo decidan que no se van a desmovilizar y sigan con fuego y armas protegiendo rutas y cultivos de una rentable actividad criminal. Me pregunto qué hará en ese momento la CIA y otras agencias de inteligencia del Tío Sam.

Y me lo pregunto porque el historial es como para sentarse a llorar: la CIA apoyó y aprobó el tráfico de cocaína de los Contras nicaragüenses hacia Estados Unidos para financiar su guerra contra el ejército sandinista. Se hizo la de la vista gorda cuando los precios de la coca cayeron a la mitad en Los Ángeles, Baltimore y Miami entre 1982 y 1985, producto de la sobreoferta de droga de los Contras (Cocaine Nation, Tom Feiling).

La CIA también ayudó a la mafia italiana y a su cabeza Lucky Luciano a convertirse en los grandes traficantes de heroína en los Estados Unidos. Lo hizo a cambio de su apoyo durante la invasión a Sicilia, en 1943. Un acto de ‘reciprocidad’ que le sirvió a Luciano para expandir su negocio por todas las calles de Nueva York y Washington.

Fue la Central de Inteligencia de Estados Unidos la que facilitó el tráfico de opio y heroína hacia los Estados Unidos por parte de sus aliados en el sudeste de Asia durante la Guerra de Vietnam. La misma agencia que permitió el tráfico de droga de los rebeldes de Mujahidim en Afganistán, porque con ese tráfico se pagaba la resistencia afgana contra la ocupación soviética en 1980. La CIA ayudó a los Falangistas Cristianos en Israel a que inundaran las calles norteamericanas de coca y heroína para que financiaran con ese dinero la invasión a Líbano y la toma de Beirut en 1982. Todos eran protegidos por la CIA y, por extensión, por el Gobierno norteamericano.

¿Se hará el gobierno de los Estados Unidos el de la vista gorda cuando los cultivos y la producción de coca sigan creciendo después de firmada la paz en Colombia? ¿Cuando los grupos de renegados de las Farc sigan con el control territorial del negocio más rentable del planeta, desde los años 70? ¿Cuando los recursos del nuevo Plan Colombia se vayan a desminado y a asistencia de las víctimas del conflicto, y solo una pequeña parte se destine a la erradicación de los cultivos?

¿Qué hará entonces el Gobierno norteamericano, tan jugado con el proceso de paz y la negociación con las Farc? Si el Plan Colombia sirvió para recortar los cultivos de coca a la mitad, el nuevo Paz Colombia podría ayudarlos a volver a doblar.

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