An Idiot in Power

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“Cuando más de cien personas se ponen de acuerdo en algo, casi siempre es para cometer una estupidez”.

Ese es uno de los escolios del gran pensador bogotano Nicolás Gómez Dávila que más le gustaba a Gerardo Bedoya, por lo verdadero.

Lo que está a punto de pasar en Estados Unidos es prueba de ello: los gringos se disponen a perpetrar la mayúscula estupidez de elegir presidente a uno de los estúpidos más grandes que ha producido la política de ese país.

Lo cual, por cierto, no es extraño: como las elecciones consisten en que mucha gente se ponga de acuerdo para elegir a alguien, casi siempre resulta escogido el peor de los candidatos. El escolio de ‘Colacho’ es inapelable.

Donald Trump es ignorante, pendenciero, kitch, megalómano, misógino, xenófobo y muchas cosas más. Pero a pesar de ello, o precisamente debido a ello, sus compatriotas lo van a catapultar a la Presidencia en noviembre próximo. A menos de que ocurra algo muy extraño, como un súbito ataque de sensatez del electorado gringo.

Y es que Trump tuvo la fortuna, o la audacia, de ser el hombre preciso en el momento preciso. Tras ocho años de gobierno demócrata, demasiado izquierdista para muchos ‘halcones’ estadounidenses, la autoestima de ese país está golpeada.

Buena parte de los gringos siente que su país perdió la supremacía mundial debido a la debilidad con la que, en su opinión, ha actuado el presidente Obama. Y así como a Jimmy Carter le pasaron factura por haber devuelto el canal de Panamá a sus legítimos dueños, a Obama no le perdonan que haya reanudado relaciones con Cuba.

Y para completar la buena estrella de Trump, estalla esta sensación de inseguridad que se ha tomado el planeta por cuenta de la amenaza yihadista. Sin duda, el magnate tiene más el perfil de sheriff que muchos estadounidenses reclaman para que los proteja de ese peligro, que Hillary con su pinta de tía jubilada.

En Latinoamérica mucha gente no entiende por qué Trump tiene tantos simpatizantes entre los americanos de origen hispano, si el candidato republicano ha prometido construir un muro para separar a Texas de México y expulsar a todos los latinos indocumentados que pille.

La razón es simple: no hay nadie más xenófobo que un inmigrante que logra legalizarse, porque conseguir ese estatus le cuesta mucho esfuerzo. Y lo que menos quiere es que surja una avalancha de nuevos inmigrantes que vengan a hacerle competencia.

O sea que además del apoyo de la América profunda, cuyo credo principal es la famosa doctrina Monroe– América para los americanos–, Trump también cuenta con el favor de miles de inmigrantes.

Pero además, tiene la rival perfecta. Porque así como el magnate republicano es símbolo del éxito alcanzado a punta de perseverancia y audacia, que es el prototipo de persona que más admiran en la nación del Tío Sam, Hillary Clinton pertenece a esa casta privilegiada que por años deambula en las altas cumbres del poder de Washington. Que es, precisamente, lo que el gringo promedio más detesta.

En síntesis, los gringos no van a elegir, en las elecciones de noviembre, a la persona más preparada para gobernarlos. Sino, simplemente, a quien se parezca más a ellos y al ideal de estadounidense que ellos tienen.

Suena a estupidez, pero así suele ocurrir en todos los comicios.

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