Una parte importante de la población blanca, empobrecida y que se siente amenazada por los inmigrantes o tiene prejuicios frente a ellos votará por Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. No es, pues, una casualidad que en las propuestas económicas de Trump se singularice a México, país con el que tienen un tratado de libre comercio e inversión y que, además, expulsa una enorme cantidad de inmigrantes hacia el norte, sino que también singulariza a China, que supuestamente estaría compitiendo deslealmente con la industria norteamericana y desplazando a trabajadores antes pertenecientes a una próspera clase media.
Las medidas comerciales de corte proteccionista que Trump aplicaría en un eventual gobierno suyo afectarían de manera particular a China, primer socio comercial de Estados Unidos, y a México, tercer socio comercial después de Canadá. En ambos casos, se trata de países que producen y exportan productos industriales medianamente intensivos en capital y tecnología (aunque China incursiona rápidamente en industrias más avanzadas).
¿Deberíamos estar preocupados en el Perú por posibles repercusiones de un nuevo proteccionismo comercial norteamericano?
En términos generales parecería que no porque nuestras exportaciones a ese mercado consisten principalmente de diferentes cultivos alimenticios (café, espárragos, uvas, alcachofas), polos de vestir de algodón, minerales y petróleo. Sin embargo, habría que considerar que, independientemente de si gana Donald Trump o Hillary Clinton (su rival demócrata y favorita según las últimas encuestas a menos de tres meses de las elecciones), ambos podrían exigir el cumplimiento estricto de las cláusulas sobre estándares laborales y medioambientales del tratado de libre comercio e inversión que tienen vigente con nuestro país. Por ende, nuestras autoridades estatales deberían reforzar sus funciones de supervisión, fiscalización, control y sanción en esos campos.
Por otro lado, la deportación masiva de inmigrantes que residen y trabajan irregular o ilegalmente en Estados Unidos y la priorización de los “nativos” en las contrataciones laborales –parte integral de la propuesta de Trump– tendrían un costo económico para nuestro país –adicional al costo humano– por la disminución de las remesas laborales.
Actualmente tenemos una cuenta corriente de balanza de pagos deficitaria y además todas las principales subcuentas de la cuenta corriente arrojan saldos negativos para el Perú −incluyendo la balanza comercial, la balanza de servicios y de renta de factores−, con la excepción de las transferencias corrientes. Esta subcuenta, compuesta principalmente por las remesas de peruanos en el extranjero que ayudan a sus familias, es importante desde una perspectiva macroeconómica y arrojaría un saldo positivo estimado en US$3.500 millones para el 2016.
También habría que destacar que la propuesta de Trump de cancelar el Acuerdo de París sobre el cambio climático es una manera de ganar competitividad industrial a costa de países como China y México. Ese acuerdo fue firmado por Estados Unidos en una ceremonia en las Naciones Unidas en abril pasado y su cancelación desbarataría los esfuerzos internacionales para limitar los incrementos en la temperatura media global que son resultado de las emisiones de los gases de efecto invernadero. El resultado de la política energética de Trump de desregulación ambiental de la industria del carbón tendría igualmente resultados negativos para los esfuerzos globales de mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por su alta vulnerabilidad climática, nuestro país se podría ver adversamente afectado por esa decisión política.
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