A lo largo de la historia de Estados Unidos nueve vicepresidentes han llegado a la Casa Blanca porque el presidente en el cargo murió o renunció. Si por mala suerte Trump ganara las elecciones de noviembre, más valdría orar porque no le pase nada en los cuatro años siguientes. De pasarle, automáticamente y de acuerdo a la ley, Mike Pence asumiría el puesto y con él las cosas podrían ser peor. Es un político retrógrado, ultra conservador, un personaje radical sin ningún carisma, ídolo de la derecha, con gran odio por los inmigrantes, los asilados y los homosexuales.
Está totalmente a favor de construir el famoso muro en la frontera y de deportar a todos aquellos sin documentos. A simple vista parecería que en realidad no aporta nada a la campaña del republicano, da la impresión de que es un cero a la izquierda, que se la pasa defendiendo a su jefe, sin embargo es debido a él que ahora están con Trump muchos conservadores evangélicos que se le oponían por haberse casado tres veces y no le perdonaban haber estado a favor del aborto y referirse como “esa galletita” a la hostia de la Comunión.
El elegido por Trump para ser el número dos y potencial vicepresidente del país más poderoso del mundo, tiene 57 años, es actualmente gobernador de Indiana, antes estuvo en Washington doce años como legislador de su estado, periodo en el que pasó sin gloria, pero sí con bastante pena, ya que en su paso por el Congreso presentó 90 enmiendas y nuevos reglamentos, pero absolutamente ninguno se convirtió en ley. Todos fueron ignorados o rechazados. Entre ellos su propuesta en 2007 para hacer del inglés, el idioma oficial y único de los Estados Unidos.
En asuntos de inmigración, no cabe duda que Trump encontró su alma gemela. Por años Pence insistió, también sin éxito, en implementar una ley que prohibiera fondos federales para hospitales y centros médicos de urgencias, que brindan servicio a inmigrantes sin documentos y pretendía que se permitiera a las instituciones de salud públicas y privadas negarles atención, reportarlos y de ser posible, enviarlos de regreso a sus países a que vieran al doctor allá.
Está en contra de que se legalice la situación de los jóvenes que fueron traídos aquí de niños y que no conocen más país que éste, así como la de los padres de hijos nacidos aquí y se opone a que se otorgue la ciudadanía en todos los casos. Apenas este lunes una corte federal le prohibió que niegue fondos públicos, como era su intención, para ayudar a refugiados sirios en su estado.
Pence sostiene que el matrimonio es y debe ser, sólo entre un hombre y una mujer.
Como gobernador intentó inútilmente que en Indiana se prohibiera el matrimonio homosexual o que se reconociera este tipo de casamientos realizados en otras entidades. En el 2015 atrajo la atención nacional al imponer una ley que permitía a los comercios negarse a dar servicio a parejas gay. La reacción fue inmediata y tan negativa, que ligas deportivas, compañías tecnológicas, artistas y empresarios cancelaron sus contratos en Indiana obligándolo a retractarse.
Pero quizás su más controversial posición es en cuanto al aborto, al que se opone totalmente, firmando a principios de este año una ley, la segunda más estricta en el país, en la que se prohíbe y castiga aún el aborto de fetos que se compruebe sufren de malformación física o mental. Y obliga a que se realice un funeral tras cada aborto.
Pence está casado y tiene tres hijos. Por un tiempo trabajó como locutor de radio, donde se dio a conocer como ultraconservador. Se opone a que gays y lesbianas se enlisten en las Fuerzas Armadas, porque dice que la homosexualidad debilita los rangos y la vida militar. No le gustan las fiestas, dice ser enemigo de la frivolidad y es totalmente abstemio. Asegura que odia el alcohol y que para evitar tentación, sólo si su mujer va con él, asiste a eventos donde se sirven bebidas alcohólicas.
Cada vez parece más difícil que Trump resulte electo, pero tampoco se descarta la posibilidad y de ganar, se dice y cada vez con más insistencia, que Pence sería el poder detrás del trono, después de todo es un político profesional y uno con experiencia en Washington. En cambio Trump es voluble, frívolo e indisciplinado y nadie cree que estará dispuesto a las largas horas que demanda el puesto. Pobre mundo con cualquiera de los dos en el poder.
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